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2020 SUMMER

El concepto espacial de Bong Joon-ho

En “Snowpiercer” y “Parásitos”, del director Bong Joon-ho, ganador de varios premios Óscar, resaltan enfrentamientos entre la élite y los marginados, y han obtenido gran resonancia entre el público de todo el mundo. Tan idiosincráticas películas muestran cómo Bong usa el espacio para tratar sus preocupaciones sociales.

Corea no es precisamente un país carente de películas comerciales originales y creativas. Pero su industria cinematográfica también posee muchas cintas que explotan un único y obvio motivo. Su apogeo a principios de la década de 2000 se aferraba especialmente a las comedias de gánsteres. Las historias más populares incluían a un jefe de pandillas que se remontaba en el tiempo hasta incidentes de la escuela secundaria, o a una fiscal que se casaba con una familia del crimen organizado. Esa fórmula aseguraba el éxito de taquilla y los imitadores proliferaron durante años.

Los cineastas finalmente ampliaron el foco en la década de 2010, pero la posterior búsqueda de un concepto distintivo persistió. Mientras la taquilla defina en gran parte el logro comercial de una película, una historia pionera es oro. Por otro lado, los productores y directores más reacios al riesgo pueden recurrir a tramas gastadas de probada valía para conquistar cinéfilos. La trampa sería caer en el exceso, pues esas películas ofrecen poco más que una predecible secuencia de escenas y un final de cliché. Son producciones que sirven para matar el tiempo, pero no para ampliar horizontes.

Bong Joon-ho opta por un camino diferente, creando un nuevo nicho entre las películas de género. Propone un concepto interesante que despierta la curiosidad del público, pero luego da un paso más. Y ese enfoque le ha hecho lograr el más alto reconocimiento del sector.

El director Bong Joon-ho muestra el Óscar en la 92ª edición de los Premios de la Academia el 9 de febrero de 2020. Por su mordaz comedia negra “Parásitos”, Bong logró cuatro Óscar, incluidos a la Mejor película (primera vez de una cinta no inglesa), Mejor director, Mejor película en idioma extranjero y Mejor guion original, reescribiendo la historia de los Premios de la Academia y del cine coreano. También obtuvo la Palma de Oro el 72° Festival de Cine de Cannes el año pasado. © gettyimages

Abrir hipótesis

Cuando “Parásitos” de Bong (2019) se llevó a casa varios Premios de la Academia en febrero, justo después de la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, despertó interés por usar el espacio vertical de la película. Ese interés también se expandió a trabajos anteriores de Bong, concretamente al espacio horizontal donde se desarrolla la acción en “Snowpiercer” (2013), un thriller futurista de ciencia ficción y la primera película en inglés de Bong. Ambos trabajos muestran una subclase empobrecida que conspira para romper las barreras con la élite.

En “Snowpiercer”, la masa desfavorecida apiñada en la parte trasera de un tren avanza “horizontalmente” hacia la sección delantera, donde está la élite. En “Parásitos”, una familia pobre de estafadores que vive en un semisótano se mueve “verticalmente” al infiltrarse en la adinerada familia de Park Dong-ik, que vive en un elegante barrio en una montaña. El concepto de ambas películas recrea un contexto espacial idóneo para un rodaje en blanco y negro. Esa perspectiva podría no ser totalmente errónea, pero podría excluir las infinitas posibilidades imaginativas por florecer cuando los recuerdos y las fantasías del espectador se fusionan con las imágenes de la pantalla. Por eso, en vez de ofrecer una respuesta unívoca, las películas de Bong se caracterizan por una saturación de preguntas y sugerencias. Para disfrutar plenamente de las películas de este inconformista realizador, los espectadores deben tratar de no predeterminar su dirección.

El mundo de “Snowpiercer” es el planeta Tierra, congelado en una nueva era de hielo. Los únicos supervivientes humanos viajan a bordo de un tren que da vueltas sin parar al globo terráqueo, cubierto de nieve. Los pasajeros están segregados por su estatus social. A medida que avanza la película, los de la parte trasera, que sufren un trato inhumano, se rebelan y luchan por avanzar hacia la sección de primera clase, vagón por vagón. Si esa fuera la única propuesta de la película, no diferiría mucho de cualquier otra película de fuga. Pero inesperadamente, Bong da un giro y se desvía hacia un lado, literal y figurativamente. Mientras el especialista en seguridad Namgoong Min-soo (Song Kang-ho, quien también protagoniza “Parásitos”) abre la puerta que conecta el vagón para que los rebeldes avancen, dirige su mirada hacia una puerta lateral. Para descifrar su significado, necesitamos explorar el “concepto dentro del concepto” de Bong.

Al comenzar “Parásitos”, Kim Ki-taek se asoma desde el semisótano de su familia. Las casas de los 80 debían tener semisótano por si estallaba una guerra, y el gobierno finalmente permitió alquilarlos, una asequible opción para aquellos con bajos ingresos. © CJ ENM

El hogar de la familia Park en “Parásitos” muestra el amplio abismo económico de Corea. Una encuesta de 2019 afirma que los del quintil inferior ganan 1,3 millones de wones y los del superior 9,5 millones de wones, en promedio. © CJ ENM

Un mundo distinto

Kim Ki-woo y su hermana Ki-jung intentan captar WiFi gratis en el baño del semisótano, normalmente construido a un nivel superior, pues de ser más bajo que el tanque séptico subterráneo, las aguas residuales pueden fluir hacia arriba. © CJ ENM

La locomotora a vapor es un símbolo de la era moderna. Tras inventarse la máquina de vapor y producirse en masa, la población urbana explotó. Posteriormente, la gestión del tiempo evolucionó hasta supervisar a los empleados de la fábrica, que estaban acostumbrados a trabajar desde el amanecer hasta el anochecer.

Las fábricas debían programar las horas de viaje y los turnos, y los trenes debían llegar según lo programado. Como una sola máquina podía hacer el trabajo de un centenar de hombres, las máquinas adquirieron valor, mientras que los humanos fueron relegados a mantenerlas. En el siglo XX, las máquinas eran objeto de adoración, y la élite que las poseía gobernaba el mundo, al igual que la clase dominante en “Snowpiercer” y el “sagrado motor” de su tren, que solo puede funcionar cuando cada componente cumple su papel.

Como describe la comedia muda de Charlie Chaplin “Tiempos modernos” (1936), los trabajadores en el mundo mecanizado pasaron a ser simples engranajes intercambiables de una gran máquina. “Snowpiercer” ofrece una representación desgarradora de la segregación de clase en una escena concreta, cuando descubren a los niños pequeños en el motor del tren, desempeñando el papel de “piezas rotas”. La ministra Mason (Tilda Swinton) ordena a los rebeldes que “se queden quietos”, mientras el dueño del tren y señor supremo Wilford (Ed Harris) declara: “Cada uno tiene su propio lugar”.

La élite del tren usa regularmente diversas medidas para controlar tanto a humanos como a animales, siguiendo la lógica inhumana de la era moderna e industrializada, dominada por las máquinas y el capital productivo. Pero en realidad, la marea de la industrialización comenzó a cambiar más tarde, en el siglo XX. El sistema de la Guerra Fría colapsó y la Era de la Ideología se desvaneció. La revolución tecnológica dio paso a una nueva era en la que los datos digitales intangibles, que se mueven libremente y sin limitaciones físicas, atraen dinero y poder. El capital financiero y el poder digital se han convertido en las fuerzas gobernantes a medida que la Era de las Máquinas ha cedido ante la Era de la Información, representada por Internet. Esta nueva era muestra la subyugada lucha contra un enemigo invisible: el mundo virtual. Del mismo modo, mientras que la clase baja y pobre de “Snowpiercer” mantiene una batalla de estilo siglo XX, el mundo fuera del tren sufre inmensos cambios.

Esto queda exquisitamente reflejado en una memorable escena en particular. A diferencia del líder rebelde Curtis Everett (Chris Evans), cuya mirada está clavada en la puerta que conduce el carruaje, Namgoong Min-soo mira frecuentemente hacia afuera. Un copo de nieve llama su atención. Se arremolina aquí y allá, su dirección viene determinada por las inclemencias atmosféricas y hasta por el aliento de los organismos vivos. Es un tipo de movimiento distinto respecto al obstinado avance de los rebeldes en la primera parte de la película. Podría compararse con una señal digital que escapa de la era moderna donde “todos tienen su propio lugar”. Esa es la forma en que Bong cuestiona el concepto asumido de la película, de inmutable huida hacia adelante, sugiriendo que dejemos de mirar siempre al futuro y observemos los cambios que se dan a nuestro alrededor.

En vez de ofrecer una respuesta unívoca, las películas de Bong se caracterizan por una saturación de preguntas y sugerencias. Para disfrutar plenamente de las películas de este inconformista realizador, los espectadores no deben seguir una dirección predeterminada.

“Snowpiercer” (2012) se basa en la novela gráfica homónima de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, un thriller de ciencia ficción postapocalíptico, donde los humanos que sobreviven a una nueva era de hielo van en un tren que gira sin parar sobre el globo helado. © CJ ENM

Poder invisible

El espacio vertical de “Parásitos” es otro concepto. La metáfora de las escaleras en la película sirve como cebo a Bong. El lema engañosamente simple de la película, “¿Qué sucede cuando una familia pobre trabaja en la casa de una familia rica?” obviamente anticipa una inminente guerra de clases. Pero esa propuesta se desvanece en la segunda mitad de la película cuando las escaramuzas entre pobres ocupan el lugar central. La acaudalada familia de Park es completamente ajena a esta lucha, y ni los medios ni la policía comprenden bien qué ha ocurrido. Mientras que los miembros de la clase alta estaban ocupados “cumpliendo fielmente su rol sin una onza de autorreflexión”, ¿volvió el mundo a la era premoderna? O en palabras del filósofo Thomas Hobbes, ¿a una “guerra de todos contra todos”? Los problemas de empleo que subyacen en la película recuerdan constantemente los involuntarios conflictos de la vida real entre trabajadores autónomos y con contrato, entre despedidos y amortizados, y entre micro-comerciantes y trabajadores a tiempo parcial.

Los pasajeros de la parte de atrás en “Snowpiercer” se esfuerzan incansablemente por avanzar, pero al final desvían la mirada hacia una revelación en el terreno helado. Del mismo modo, la familia pobre de los Kim en “Parásitos”, que tanto busca subir socialmente, cae hasta el fondo. Todo encapsulado en una sangrienta disputa entre los Kim y una pareja aún más desesperada, la ama de llaves de la familia Park y su esposo, quien secretamente ocupa el sótano de la familia rica, escondiéndose de los usureros. Después de huir de la casa y bajar las empinadas escaleras entre un aguacero torrencial, el hijo de la familia pobre, Ki-woo, se detiene de pronto y reflexiona: “¿Cómo nos enzarzamos solo con los que están peor que nosotros? “

Las escaleras de la película “preguntan” si hay un poder invisible en nuestra sociedad que enfrenta a los socialmente desfavorecidos, unos contra otros. Ese poder podría ser algo omnipresente en el ciberespacio, pero imperceptible a simple vista, muy parecido al mundo de los dispositivos de realidad virtual desarrollados por la empresa tecnológica global que dirige el patriarca de la familia rica, Park Dong-ik. Por este motivo, “Parásitos” y su perspectiva de la sociedad del siglo XXI, parecen algo más pesimistas que “Snowpiercer” y su reflexión filosófica sobre el siglo XX.

La crisis del capitalismo global, los cambios tectónicos en el panorama laboral y las consecuencias de los actos antiecológicos conforman el universo de Bong. Incluso en el mundo altamente interconectado de hoy día, las decisiones aún se toman a nivel local y nacional, método no muy efectivo ante los desafíos globales comunes que enfrenta la humanidad. Quizá por eso las películas de Bong siguen planteando preguntas puntuales que nos llevan a toparnos de bruces con la realidad, mientras nos transmite una profunda preocupación por la especie humana. 

Los indigentes a bordo de “Snowpiercer” rodean al líder espiritual Gilliam (John Hurt), quien desea que el líder rebelde Curtis (Chris Evans) tome su lugar. © CJ ENM

El lujoso estilo de vida de la élite, en la parte delantera del tren, se basa en los sacrificios de los pobres, abarrotados en la parte trasera. © CJ ENM

Song Hyeong-gukCrítico de cine

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