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2024 WINTER

Un estilo de vida lento y sencillo

La diseñadora de moda y empresaria Kim Woo-Jung crea prendas cómodas y sencillas con tejidos naturales. Hace cinco años, tras probar muchas zonas de Seúl, finalmente se instaló en Seochon. Sus diseños suelen ser elogiados por reflejar el espíritu de este pintoresco barrio.

Tras vivir en muchos barrios de Seúl, la diseñadora de moda Kim Woo-Jung instaló su estudio en Seochon hace cinco años y rápidamente se encariñó con el barrio. El año pasado, se mudó a una casa con impresionantes vistas al monte Inwang, y ahora disfruta plenamente del estilo de vida de Seochon.

El verbo coreano jitda puede usarse para hablar de cocinar arroz, hacer ropa o construir una casa, lo que refleja las necesidades diarias básicas de alimentación, ropa y alojamiento. “Que esta comida te traiga buena salud, que esta ropa te traiga consuelo y que este hogar te traiga alegría” son los sentimientos que subyacen en tan buenos deseos, y también el espíritu que se cose en la marca de ropa Gajungsic Fabric, fundada por Kim Woo-Jung en 2015.

El nombre de la empresa es una variante ortográfica de gajeongsik, que alude a la comida casera, y a menudo figura en los carteles de los restaurantes para indicar el tipo de comida que los clientes pueden esperar. Como la reconfortante sensación de la comida de una madre, Kim se esfuerza por imbuir su línea de ropa con un toque hogareño y sincero.

“La comida casera te hace sentir bien, ¿no? Al igual que las comidas preparadas con ingredientes saludables y menos aditivos artificiales, utilizo materiales naturales y duraderos para confeccionar hermosas prendas que nunca pasan de moda”, recalca.

“Tras años de estudiar y trabajar en la industria de la confección, experimentando con múltiples materiales, desde fibras sintéticas hasta todo tipo de tejidos, llegué a la conclusión de que nada supera a las fibras naturales en términos de calidad”.

Materiales de alta calidad

El amor de Kim por la ropa comenzó en su infancia, cuando creció en Masan, ciudad portuaria al extremo sureste de Corea. Estudió diseño de moda en una universidad de Seúl y luego pasó una década trabajando como diseñadora para una empresa de ropa infantil y femenina. Entonces se enfocaba en las tendencias y la eficacia, en producir ropa para fabricar y vender tan rápido como se olvidaba. Tan frenético ritmo minó la energía y el espíritu de Kim, pero coser su propia ropa le ofreció un escape. Finalmente, tras un viaje de tres meses para pensar y recargar energías, Kim comprendió que había perdido el contacto con ella misma. Entonces, renunció y comenzó a centrarse en lo que realmente la hacía feliz.

Para Kim, la recompensa por tener su propio negocio no es monetaria, sino tener una plataforma que le permita hacer lo que ama. Por eso aborda cada pieza de ropa como si fuera una obra de arte. Tras salir del mundo de la moda rápida, ahora disfruta del lujo de dictar el ritmo de su trabajo.

“En el acelerado mundo de hoy, donde se fabrican demasiadas cosas (y demasiado rápido), quise adoptar un enfoque más lento y consciente al fabricar ropa. En la empresa donde solía trabajar, el enfoque siempre eran los objetivos de ventas, la gestión del inventario y mantener bajo el coste de producción para maximizar las ganancias. Pero quise tomarme mi tiempo para crear ropa que resonara con la gente a un nivel más profundo, incluso si eso implicaba tener menos clientes. Cuando la gente elige ropa hecha con cuidado, afecta directamente a su estado de ánimo cuando la usa”.

Sala de exposición de tejidos Gajungsic en Jeong-dong, en el centro de Seúl. Kim cree que la ropa debe calentar tanto el alma como el cuerpo, y espera que sus prendas, meticulosamente confeccionadas, puedan ofrecer una comodidad duradera a sus usuarios.

Kim se niega a escatimar materiales para maximizar beneficios. Para ella, la tela es tan importante para la ropa como los ingredientes para la comida. Especialmente, le encantan el lino y el algodón. Recomienda el lino para la ropa de primavera y verano, y ella misma usa vestidos de lino más de la mitad del año. “Lo que me encanta del lino es cómo se adapta al cuerpo con el tiempo, dando un aspecto natural y relajado”, afirma.

Aunque sus ingresos no son enormes, Kim viaja por todo el mundo para obtener los mejores materiales para su ropa. Consigue la lana principalmente de Inglaterra, país que tiene una larga historia de producción de lana, y el lino de Bélgica y Lituania, países famosos por sus textiles de calidad. Para asegurarse un cachemir de calidad a buen precio, compra directamente de granjas de cabras en Mongolia. Otros lugares que visita con frecuencia son Italia, por sus textiles elaborados por expertos, Japón por las telas hechas en telares mecánicos antiguos con un toque casero, y la India, por el algodón orgánico y el khadi, que son hermosos y sostenibles.

Como obtener los mejores materiales no es tarea fácil, su volumen de producción es inevitablemente limitado. “Los buenos materiales y los diseños simples y clásicos es lo que hace que las prendas duren”, resalta Kim con confianza. Ella encuentra satisfacción en su filosofía de “producir solo lo suficiente para garantizar que todo se agote y nada se desperdicie”.

La sala de exposiciones muestra una selección de obras artesanales, muchas de artistas afincados en Seochon. A Kim le gusta colaborar con artistas locales que trabajan con distintos materiales, como vidrio, cerámica, metal y cuero, y organiza exposiciones periódicas de sus creaciones.

Vivir en Seochon

Los clientes de Kim son mayormente clientes habituales, personas tranquilas que prefieren mantener un perfil bajo. Algunas son hijas de clientas de toda la vida que recibieron las prendas de sus madres.

“Es realmente gratificante saber que nuestra ropa atrae a diferentes generaciones, porque implica que nunca pasa de moda”, resalta Kim. Si bien muchos clientes compran en línea a través de su blog de larga trayectoria o del sitio web de la marca, cada vez más clientes quieren ver y sentir las prendas por sí mismos, lo que llevó a Kim a abrir un showroom en Jeong-dong, un barrio en el centro de Seúl. Es una acogedora boutique en el edificio anexo del antiguo Shin-A Ilbo, una estructura de ladrillo rojo de cuatro pisos que data de 1930 y originalmente albergaba la sucursal coreana de Singer, la empresa estadounidense de máquinas de coser. Más tarde sirvió como sede del Shin-A Ilbo, el primer periódico comercial de Corea, y ahora es Patrimonio Cultural Registrado de Corea.

La ropa de Gajungsic es cada vez más popular gracias al boca a boca, y suele describirse como de estilo Seochon. Pero, ¿qué significa eso?

“Es ropa natural”, explica Kim. “Prendas que son lo suficientemente sencillas para un paseo por el barrio, y lo suficientemente refinadas para una visita a un museo. No son llamativas, pero tampoco descuidadas. La ropa es lo más cercano a nuestro cuerpo, nos envuelve todos los días, así que quiero que sea relajante. Cuando la gente dice que nuestra ropa tiene un estilo Seochon, creo que se refieren a que logra un equilibrio entre comodidad y pulcritud, mientras ofrecen una calidez acogedora”.

Kim se instaló en Seochon hace cinco años, después de enamorarse del barrio. Tras años de vivir en muy diversas zonas de la ciudad, su dirección actual es la decimoctava en Seúl y la tercera desde que se casó. Kim y su esposo, Jeong Yeongmin, ahora ocupan los pisos tercero y cuarto de un edificio de uso mixto. Decidió mudarse allí cuando entró en ese espacio iluminado por el sol y contempló la impresionante vista del monte Inwang a través de la ventana de la sala de estar.

“Seochon mezcla lo nuevo y lo antiguo. A poca distancia hallarás imponentes rascacielos, pero si te adentras en el vecindario, descubrirás encantadores callejones, como los que solía visitar cuando era niña. Esos callejones son una mezcla de hanok [casas tradicionales coreanas] y casas modernas. Seochon es un barrio donde es fácil tropezarse con una abuela secando chiles al sol junto a la calzada o jóvenes paseando vestidos a la última moda. Eso lo hace tan especial. Tiene un ambiente auténtico y vívido del que carecen zonas más comerciales, como Myeongdong o Gangnam”.

En la azotea, con vistas al monte Inwang, hay una colección de plantas cuidadas con esmero por Jeong Yeongmin, el marido de Kim, amante de la jardinería. Por la tarde, Kim sube a disfrutar la puesta de sol sobre Seochon.

Próximo a la naturaleza

Seochon es también un lugar donde se unen las huellas del tiempo y los olores de la vida cotidiana, y donde la edad y la vejez se consideran virtudes. La proximidad a la naturaleza, con su efecto calmante y restaurador, es otra bendición.

“Es un barrio de poca altura y sin edificios altos, lo que implica que el monte Inwang siempre es visible a lo lejos. Aunque el enclave de Seochon está dentro de las antiguas murallas de la ciudad, está a un corto paseo del valle de Suseong-dong y de un mirador con vistas panorámicas de Seúl. A tiro de piedra uno puede alejarse del ajetreo y del bullicio de la ciudad. Es el lugar ideal para relajarse y recargar energías. Por eso me encanta Seochon”.

Kim y su esposo adornan su casa con objetos antiguos que han coleccionado a lo largo de los años, y frecuentemente organizan reuniones con sus vecinos.

Una urraca que se lanza en picado hacia el árbol de ginkgo junto a la ventana de la sala de estar de Kim irrumpe de pronto. “Esta primavera dos urracas construyeron un nido en ese árbol. Siempre vuelan de un lado a otro, recogiendo ramitas. A menudo me pregunto dónde las hallan. De vez en cuando dejan caer algunas, y el suelo bajo el árbol queda lleno de ramitas”.

Kim y su marido renovaron y decoraron su casa como pájaros que construyen sus nidos. Tras dejar una exitosa carrera en publicidad y marketing para empezar una nueva vida, Jeong se hizo cargo de transformar su espacio vital. Pintó las paredes, eligió colores frescos para las puertas y los armarios empotrados, y reemplazó la iluminación, los pomos y las manijas de las puertas de toda la casa por elementos que Kim había reunido durante sus viajes a Europa.

La pareja también puso alfombras y trajo muebles que eligieron personalmente de tiendas vintage. En su pequeño jardín en la azotea, plantaron anémonas que florecen hasta las primeras heladas, menta de manzana que emite un aroma agradable al tacto, hierbas altas para fuentes y montículos plateados. Ha pasado casi un año desde que se mudaron, y el proceso lento e intencional usado para adaptar su hogar a su gusto, refleja el enfoque de Kim para hacer ropa.

Kim adornó su sala de estar con las obras de artistas locales de Seochon. Frente a la ventana cuelga un pequeño cuadro de Sue Oh, titulado Piedras del monte Inwang. También hay un cuadro de Ko Jiyoung colgado en la cálida pared de color amarillo mantequilla, y debajo, sobre el armario de almacenamiento, hay una muñeca hecha a mano por el artista de punto Bosong Kang. Los cuatro se conocieron por intereses compartidos.

“Hace poco descubrí que un artista del vidrio al que he admirado durante años vive en Seochon. Este barrio está lleno de gente que persigue sus pasiones a su manera. A veces expongo obras de artistas cuyos gustos son similares a los míos en un rincón de la sala de exposiciones. Me parece que complementan mi ropa. Mi marido, a quien le gusta tocar el ukelele y trabajar la madera, ha convertido nuestro ático del cuarto piso en un espacio donde hacemos charlas sobre libros y pequeñas reuniones culturales. Así como algunos comparten comidas con sus vecinos, nosotros compartimos cultura y experiencias con los nuestros”.

Kim hace lo que ama, ha entablado amistad con gente maravillosa, y recurre a la naturaleza en busca de consuelo cuando lo necesita. Todo eso es posible, según dice, porque vive en Seochon.

Cho Sang In Periodista de arte
Heo Dong-wuk Fotógrafo

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