메인메뉴 바로가기본문으로 바로가기

커버스토리 칼럼 게시판 > 상세화면

2019 SUMMER

REPORTAJE ESPECIAL

Comida del templo :
apartar el deseo y las falsas ilusiones
REPORTAJE ESPECIAL 2Una comunión con todos los seres vivos

Para los monjes budistas, ingerir alimentos tiene como objetivo principal compartir su despertar con todos los seres del mundo y del más allá a través de la nutrición. Por tanto, comer no solo busca dar placer a las papilas gustativas o saciar el apetito; comer es en esencia parte de la práctica espiritual que se realiza a través de la pobreza y la alimentación monástica.

Una comida monástica formal consiste en arroz, sopa, algunos platos acompañantes simples y agua. Se dispone en cuatro cuencos de madera sobre un paño cuadrado.

Cuando no se usan, los tazones de cada monje se ordenan sobre los estantes.© Jeondeungsa

En los tiempos de Sakyamuni, el histórico Buda cuyas enseñanzas sentaron las bases para la fundación del budismo, los seguidores de esta doctrina tenían una visión moderada de la comida en la que no renunciaban al consumo razonable de alimentos ni a la búsqueda del buen sabor. Esto difería de otras religiones nativas de la India, como el brahmanismo, que predicaba la abstinencia extrema en la ingesta y el disfrute de la comida, y el jainismo, que imponía la práctica de estrictas austeridades y la autoflagelación. Aun así, en la tradición budista primitiva, a los monjes se les prohibía comer después del mediodía, lo que los llevaba a pasar hambre y planteaba el riesgo constante de violar los preceptos. Para hacer frente a este problema, los religiosos practicaban la mendicidad y otros rituales de alimentación.

Las primeras normas
Los monjes budistas indios, que dependían de las limosnas para comer cada día, aceptaban todo lo que los donantes laicos les pudieran dar. Este método para obtener alimentos les ayudaba a resistir su deseo por comer. Pero los monjes también tenían sus propias reglas para controlar el consumo de alimentos. “Ronda de limosnas y recibir comidas”, uno de los 13 preceptos en el código de conducta para los varones ordenados monjes, o bhikkhus, estipulaba que debían dejar de comer después de ingerir un tazón o una comida al día. Cuando pedían limosna, tenían que aceptar lo que les ofrecieran en la primera casa que encontraran, ya fuera un hogar de gente rica o de gente pobre.

Para los monjes también suponía incumplir los preceptos pedir un alimento concreto para satisfacer sus gustos, así como recibir comida más de una vez al día o en cantidades excesivas. Creían que la disciplina mental era la clave para liberarse de la codicia y que esa disciplina no debía centrarse en el objeto -la comida- sino en controlar los sentidos y la conciencia de lo que provocaba su deseo de comer. La versión más conocida de esta disciplina a día de hoy sería “comer conscientemente”, doctrina que propone el monje zen vietnamita Thich Nhat Hanh.

El trabajo de los monjes
La visión de la comida en el budismo zen de Asia oriental es diferente en comparación con la del primer budismo indio, que prohibía todas las actividades de producción de alimentos por parte de los monjes, incluida la agricultura, con el argumento de que podría provocar la pérdida de vidas. En esta línea, tampoco se permitía cocinar ni almacenar alimentos. El budismo zen, por el contrario, considera el trabajo productivo parte de la disciplina de los monjes, tal y como indica el lema “un día sin trabajo es un día sin comida”. Almacenar alimentos también está permitido y los monjes preparan sus propias recetas. Con base en estos principios el vegetarianismo monástico de China (sucai), la cocina devocional de Japón (shojin ryori) y la comida de templo de Corea (sachal eumsik) han conformado diversos elementos de la cultura budista de Asia oriental.

Al ser una rama de esta tradición, el budismo Seon (Zen) de Corea tiene una visión similar de la alimentación. Reconoce la importancia tanto del sabor como de la cantidad de comida como nutrición para el cuerpo y la mente, una actitud que se refleja en los conceptos de las “tres virtudes de los alimentos” y los “seis sabores de los alimentos”. El concepto de las “tres virtudes” mantiene que los alimentos deben ser: 1) saludables, que estimulen las funciones corporales sanas; 2) limpios en términos de higiene y aptitud para ser consumidos; y 3) acordes con la ley budista, que prohíbe el consumo de carne y las cinco verduras picantes: ajo, cebolletas, cebolletas silvestres, allium y asafétida. Este concepto, que expresa un punto de vista positivo de la cocina y un enfoque realista sobre los productos alimenticios, sirve como referencia práctica en el caso de la comida de los templos coreanos.

El concepto de los “seis sabores” significa que todos los alimentos se clasifican en una de las seis categorías de sabor: salado, dulce, ácido, amargo, picante e insípido. En otras culturas se establecen categorías similares, incluidos los cuatro gustos identificados por Aristóteles: dulce, ácido, salado y amargo, y los cinco sabores de la cocina tradicional china: dulce, salado, ácido, amargo y picante. Si bien estas clasificaciones asumen que cada uno de los sabores tiene el mismo estatus, el budismo Seon coreano da más peso a lo insípido, un factor fundamental que abarca las cualidades individuales de todos los diferentes gustos de los ingredientes, para componer un paladar adecuadamente equilibrado.

La comida que se prepara de acuerdo con estas reglas se consume en el ritual del baru gongyang o comida monástica formal. Al ser un banquete colectivo, los platos servidos no satisfacen las preferencias individuales de los monjes, sino que se preparan de manera uniforme con los ingredientes disponibles según la temporada, las circunstancias y las citadas normas sobre virtudes y gustos. De este modo, si bien para los monjes puede resultar difícil satisfacer su propio gusto personal, pueden disfrutar en compañía de los sabores naturales de alimentos elaborados con productos de temporada, cultivados en un entorno donde el aire y el agua están limpios.

Las monjas del templo Bongnyeong en Suwon, provincia de Gyeonggi, cantan sus votos antes de comenzar a comer. A lo largo de la comida, recitan tres versos más para compartir su alimento con todos los seres vivos de este mundo y del más allá.

El camino hacia el despertar
Cada vez que llega la hora de la comida, el ritual comienza sirviendo la cantidad correcta de alimentos en el tazón de cada individuo. Una vez servido el plato, los monjes pueden pedir más o vaciar un poco sus tazones, dependiendo de cuánto puedan comer. Consumir toda la comida en el tazón sin dejar siquiera un grano de arroz o una mota de pimienta roja en polvo es una de las normas. Al hacerlo, los monjes controlan sus deseos en cuanto a la cantidad o el sabor de la comida. Al practicarse como rutina diaria y también como ritual religioso, esta costumbre gastronómica se realiza cotidianamente en las comunidades budistas de Asia oriental, pero la versión coreana incorpora sus propias ideas y reglas en cuanto al contenido y la práctica.

Baru es patra en sánscrito, palabra que alude a los tazones de madera utilizados en el ritual de la comida. La leyenda budista dice que los Cuatro Reyes Celestiales obsequiaron con el patra al Buda Sakyamuni cuando vieron que no tenía dónde poner la comida ofrecida por dos mercaderes después de haber alcanzado la iluminación. Desde entonces, los monjes budistas han usado el patra como un bol para pedir limosna y para comer. A día de hoy, bajo la doctrina del budismo theravada, en el sudeste asiático se usa un solo bol para cada comida, pero en Corea se emplea un juego de cuatro tazones: uno para el arroz cocido, otro para la sopa, un tercero para el agua y un cuarto para los platos acompañantes. Están hechos de metal, cerámica o madera, aunque en Corea se usan sobre todo los de madera. Es una costumbre proveniente del budismo indio que los monjes novatos preparen sus propias túnicas monásticas (kasaya) y también sus propios patra, pero en el budismo zen de Asia oriental estos utensilios pasan de los patriarcas a sus discípulos, a los que se reconoce como sus sucesores del Dharma.

El canto de antes de comer, llamado “Las cinco estrofas de la percepción” (Ogwange), demuestra que el baru gongyang no es solo una forma de comer, sino uno de los más importantes rituales monásticos:

 

Al reflexionar sobre el esfuerzo que supuso hacer esta comida
siento que no soy lo suficientemente virtuoso para tomar estos alimentos.
Dejando a un lado el deseo y las falsas ilusiones
considerándola como una medicina para el cuerpo.
y trabajando para alcanzar el despertar, acepto esta comida.

Después de terminar la comida y enjuagar los tazones, los monjes limpian los boles, cucharas y palillos con un paño de cocina y los atan con una banda de tela con un nudo vertical.

Una comida comunitaria
La comida que se ofrece a los monjes no se hace solo para ellos. Así, después de recitar el canto previo a la comida, sacan siete granos de arroz de sus tazones para las bestias, las aves y los insectos. Esto significa que ingerir una comida no es para los monjes una tarea individual, sino un evento en comunión con otros seres vivos.

Asimismo, la comida no solo se comparte con seres terrenales, como humanos y animales, sino también con seres “del otro mundo”, incluidos los padres, abuelos y otros parientes fallecidos. Esta idea se expresa recitando durante la comida tres versos diferentes (gatha) para los muertos. Los alimentos se comparten recordando a todos los seres vivos en el reino del deseo sensorial, incluidos los humanos, los animales y los habitantes del inframundo, e invocando los nombres de los diez Budas y Bodhisattvas que habitan en los reinos superiores.

Al terminar cada comida se lavan los tazones con agua sin dejar un solo resto de alimentos, excepto un poco de agua que se recolecta en un bol colectivo para los fantasmas hambrientos (agwi). Según las creencias budistas, los fantasmas padecen hambre y sed de forma permanente pero sus gargantas son tan estrechas, más estrechas que el ojo de una aguja, que ni siquiera son capaces de tragar un grano de arroz o de pimienta roja.

Además de dejar algunas gotas de agua para esas pobres criaturas, el baru gongyang concluye tras consumir todos y cada uno de los alimentos recibidos.

 

Consumir toda la comida del bol sin dejar siquiera un grano de arroz o una mota de pimienta roja en polvo es una de las normas. Al hacerlo, los monjes controlan sus deseos en cuanto a la cantidad o el sabor de la comida.

Kong Man-shikInvestigador del Instituto para el Estudio de la Orden Jogye. Universidad Dongguk
Ahn Hong-beomFotógrafo

전체메뉴

전체메뉴 닫기