Las pinturas típicas coreanas tenían la función de proteger contra los espíritus malignos y transmitir esperanza de felicidad. Reflejo artístico del optimismo y la resiliencia de los coreanos, ahora viven un renacer.
En un pasado lejano, las epidemias eran consideradas obra de espíritus malignos. Bajo esa creencia, los hogares coreanos ponían en la entrada imágenes de Cheoyong, hijo del Rey Dragón, para repeler a Yeoksin, dios de la plaga.
Esta costumbre se remonta hasta Silla Unificada, concretamente al periodo del rey Heongang (r. 875-886), cuando en la península de Corea reinaba una paz y prosperidad sin precedentes, después de que Silla unificara los Tres Reinos en el S.VII. Cuenta la leyenda que el rey Heongang estaba en la aldea costera de Gaeunpo (actual Ulsan) cuando de pronto la niebla y unas espesas nubles bloquearon su vista. Al encontrarlo siniestro, pidió explicación al astrónomo de la corte, quien respondió: “Es obra del Rey Dragón, debe intentar apaciguarlo”. Así, el rey prometió construir un templo al Rey Dragón e inmediatamente las nubes y la niebla se disiparon.
A cambio, el Rey Dragón envió a su hijo Cheoyong a Silla. El rey le organizó un matrimonio y le dio un alto cargo en el gobierno. Sin embargo, la belleza de la esposa de Cheoyong se convirtió en un problema. Era tan hermosa que incluso el dios de la plaga la deseaba. Una brillante noche de luna, Cheoyong regresó tarde a casa y sorprendió a su esposa en la cama con otro hombre. Al verlo se lamentó: “Dos piernas son mías, pero ¿a quién pertenecen las otras dos? La persona de abajo es mía, pero ¿de quién es su cuerpo? ¿Qué debo hacer?” Y se marchó. Al dios de la plaga le conmovió la magnanimidad de Cheoyong y prometió no acercarse a ninguna casa con su imagen en la puerta.
“Biombo plegable de cuatro paneles con peonias”. S. XIX- (comienzos) S. XX. Tinta y color sobre seda. 272 × 122,5 cm (por panel). Museo del Palacio Nacional de Corea. Las peonias han sido durante mucho tiempo símbolo de riqueza y honor. Como motivo del arte popular, también adornan muebles y ropa. Las mamparas plegables con peonias suelen tener cuatro, seis u ocho paneles. Decoran hogares y a menudo se usan en bodas.
Origen y simbolismo
Podría decirse que la historia de las pinturas folclóricas coreanas (minhwa) se remonta a los grabados rupestres prehistóricos, pero las imágenes de Cheoyong son los primeros ejemplos que constan en los registros. La forma de Cheoyong de deshacerse del dios de la plaga también fue notoria. En vez de enojarse, cantó y bailó, conmoviendo al dios de la plaga y persuadiéndole a huir.
Durante la dinastía Joseon (1392-1910), las imágenes de dragones y tigres se unieron a las de Cheoyang en la puerta de las casas. El primer día del Año Nuevo Lunar, pegaban una imagen de un tigre a un lado de la puerta principal y una imagen de un dragón en el otro. El tigre debía ahuyentar a los espíritus que intentaran dañar la casa; mientras que el dragón atraería las bendiciones. Por tanto, ambos animales tenían el mismo propósito: generar mágicamente paz y felicidad en la familia.
A medida que el comercio floreció en el siglo XIX, la demanda de pinturas se expandió en la sociedad de Joseon, generando una mayor gama de motivos y rasgos de pintura minhwa. Resulta digno de mención que usaran imágenes concretas para atraer la felicidad. Esto llevó al historiador de arte japonés Fumikazu Kishi, profesor de la Universidad de Doshisha, a bautizar el género minhwa como “pinturas de felicidad” o haengbokhwa.
En pinturas folclóricas de otras naciones asiáticas, como China, Japón o Vietnam se dan rasgos similares. Estas obras de arte, que comúnmente incorporan caracteres chinos, encarnan deseos populares como buena fortuna, éxito y longevidad. Por ejemplo, peonias, flores de loto, fénix y murciélagos simbolizan la felicidad; mientras que sandías, granadas, uvas y semillas de loto representan muchos hijos; las flores de cresta de gallo, colas de pavo real, libros y carpas llaman al éxito; y el bambú, las grullas, el sol y la luna, las tortugas, los ciervos y el hongo de la inmortalidad, hablan de una larga vida. Estas características comunes a las pinturas populares de Asia Oriental las distinguen de las occidentales, donde además de la felicidad se representa el amor, el terror y el miedo a la muerte.
La peonia como símbolo de riqueza y nobleza surge del poema ‘Sobre el amor del loto’ de Zhou Dunyi, un prominente pensador neoconfuciano de la dinastía Song. Este poema chino describe a la peonia como “la noble de la gran riqueza”, al crisantemo como “recluso de las flores” y al loto como “señor de las flores”. Sin embargo, en Joseon ese simbolismo era inaceptable. Confucio, a quien veneraban los literatos de Joseon, expresó: “Con arroz grueso para comer, agua para beber y mi brazo bajo la almohada, todavía gozo de estas cosas. Las riquezas y honores adquiridos injustamente son una nube flotante”. Así, los eruditos de Joseon consideraban vergonzoso hablar de posesiones y estatus.
Máscara de Cheoyong, dios de la plaga. Lleva un sombrero decorado con peonias y melocotones. Sus ilustraciones y la ropa usada en la Danza de Cheoyong se incluyen en el Vol. 9 de “Canon of Music” (Akhak gwebeom), publicado en 1493 por la Real Academia de Música de la Dinastía Joseon.
“Chaekgeori". Siglo XIX. Tinta y color sobre papel. 45,3 × 32,3 cm. Colección privada. Las pinturas Chaekgeori están repletas de símbolos auspiciosos. Los libros representan el éxito; la sandía, muchos hijos; el melocotón, longevidad; y la flor de loto, felicidad.
Virtudes confucianas
La situación cambió notablemente en el siglo XIX y las peonias se convirtieron en la flor más popular en las pinturas. Un magnífico biombo cubierto con representaciones de peonias era instalado en las casas con el anhelo de convertir la vivienda en un nido feliz, y en ocasiones festivas se usaba como esplendoroso telón de fondo.
Pero los eruditos confucianos adoptaron una perspectiva más realista cuando el país se vio envuelto en cuatro guerras para repeler primero las invasiones japonesas (1592-98), y luego de los manchúes (1627, 1636-1637). Aquellos que enfatizaban las virtudes solemnes y se entregaban a debates filosóficos, abrieron los ojos a deseos materiales más inmediatos. La sociedad de Joseon llegó un paso por detrás a la “carrera por la felicidad”, pero quizá la deseaba con más fervor que otros países de Asia Oriental.
No obstane, al género minhwa le quedaba largo camino para liberarse de la ideología confuciana. La gente oraba por la felicidad a través de la ética confuciana y las pinturas representaban deseos de buena fortuna de distinta forma. El ejemplo más conspicuo es el munjado, o imágenes ideográficas con caracteres chinos. En otros países del este de Asia había pinturas de significado auspicioso, como felicidad, éxito y longevidad, pero la ideología confuciana de las ocho virtudes, piedad filial, fraternidad, lealtad, honradez, cortesía, honorabilidad, frugalidad y sentido de la vergüenza, solo perduró fielmente en Joseon.
Con el tiempo, los ideales confucianos de los ideogramas pictóricos se desvanecieron y surgió la iconografía de pájaros y flores, generando el curioso efecto de pinturas que aparentemente perseguían virtudes convencionales, pero en realidad estaban repletas de imágenes con deseos mundanos de felicidad. En consecuencia, las pinturas ideográficas confucianas asumieron el complejo papel de medio para liberar, y no para reprimir, los deseos mundanos de felicidad, pero conservando ostensiblemente su simbolismo tradicional.
A medida que el comercio floreció en el siglo XIX, la demanda de pinturas se expandió en la sociedad de Joseon, generando una mayor gama de motivos y rasgos de pintura minhwa.
“Dragón y Tigre” (detalle). Siglo XIX. Tinta y color sobre papel. 98,5 × 59 cm (cada uno). Colección privada. Se creía comúnmente que el dragón expulsaba a los espíritus malignos. En el budismo, era considerado protector del dharma, o la ley y orden cósmicos, y por tanto es motivo decorativo popular en el arte del templo. Este trabajo muestra dos paneles, el segundo con un tigre, aunque las bestias se ven más simpáticas que feroces.
Alegre sensibilidad
Concebido para proyectar felicidad, el género minhwa transmite un sentimiento alegre con humor y colores brillantes. Genera alegría no solo mediante simbólicos significados, sino también con las vívidas imágenes.
En la segunda mitad del siglo XIX, Joseon enfrentó varios desafíos políticos y económicos. A medida que potencias occidentales como Rusia, Inglaterra, Francia o Estados Unidos invadieron sus aguas, Joseon se tambaleó y finalmente fue anexado por Japón. Paradójicamente, hasta los minhwa de esa terrible época son alegres y muestran poco rastro de tristeza. Encarnan el talante de un país que trató de superar la adversidad con una actitud positiva: pinturas felices de una etapa oscura.
Sorprendentemente, las pinturas folclóricas de Joseon reviven una ola retro y son muy populares actualmente. Pintar minhwa tradicional comenzó siendo un pasatiempo para las mujeres, pero va camino de convertirse en un género de arte contemporáneo. Con el rápido aumento de artistas minhwa y la evolución del género minhwa contemporáneo, estas pinturas disfrutan de un segundo auge.
La razón principal de este renacer seguramente sea la percepción de que esas pinturas traen felicidad. Aunque esa idea tiene sus raíces en creencias mágicas, las imágenes alegres emanan una energía saludable que anima. La mayor virtud del minhwa radica en la energía positiva que contagian sus pinturas.
La pasión de un arquitecto
Cualquier recuento de la pintura folclórica coreana lleva inevitablemente a Zo Za-yong. Sin experiencia en arte, este hombre conocido como “Mr. Tiger” inició una campaña para redescubrir la belleza y el valor del minhwa, y se lanzó en solitario a presentarlo al mundo.
Chung Byung-mo Profesor, Departamento de Bienes Culturales, Universidad de Gyeongju
Considerando la educación y trayectoria de Zo Za-yong, uno se pregunta cómo llegó a imbuirse en el mundo de las pinturas populares. Viajó a Estados Unidos en 1947 para estudiar ingeniería civil en la Universidad de Vanderbilt, y luego hizo un master en ingeniería arquitectónica en Harvard.
En 1954, regresó a Corea y participó en muchos proyectos para reconstruir el país de las ruinas de la guerra. Entre éxitos y fracasos, a lo largo del camino el patrimonio cultural nacional captó su interés.
En el Templo Beomeo de Busan, a Zo le asombró cómo cuatro pilares de piedra sostenían el pesado techo de la estructura de la puerta principal. Esa vista le llevó a realizar frecuentes viajes por todo el país, para estudiar más ejemplos de la arquitectura tradicional coreana y recolectar tejas, un elemento distintivo de los edificios premodernos. Pero el momento crucial en los descubrimientos de Zo llegó en 1967 en un viaje a Insa-dong, distrito de Seúl conocido por sus casas de té y tiendas tradicionales. El papel para envolver los moldes de pastel de arroz que compró presentaba la huella de un tigre y una urraca, elementos claves en la pintura popular coreana.
La pintura le recordó a Picasso y quedó fascinado por la ingenua expresión del tigre. Analizando en detalle la obra, titulada “Urraca y tigre” (Kkachi horangi), Zo vio que estaba relacionada con las creencias populares: el tigre es uno de los cuatro animales representados desde la antigüedad como deidades guardianas. Años más tarde, esa misma imagen se convertiría en icónica pintura popular coreana, y hasta inspiraría la creación de Hodori, tigre mascota de los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988.
La siguiente pintura que cautivó a Zo fue “Mt. Geumgang” (Geumgangdo). En ella descubrió la visión de los coreanos del universo, así como un estilo de pintura singular. En vez de expresar el paisaje de forma realista, presenta los legendarios doce mil picos elevados, que Zo entendió como una cosmovisión. Así, sintió el espíritu del minhwa y del animismo.
“Urraca y tigre”. Finales del siglo XIX. Tinta y color sobre papel. 91,5 × 54,5 cm. Leeum, Museo de Arte de Samsung. Esta es la pintura que fascinó a Zo Za-yong y cambió el rumbo de su vida. El tigre inspiró a Hodori, la mascota de los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988.
“Biombo plegable de ocho paneles sobre el Mt. Geumgang” (detalle). Fecha desconocida. Tinta y color sobre papel. 59,3 × 33,4 cm (cada uno). Museo Folclórico Nacional de Corea. Arte popular, como se ve en este biombo con el monte Geumgang (monte Diamante), refleja el estilo único de pinturas de paisajes de “vista real” (jingyeong sansuhwa) iniciada por Jeong Seon (1676-1759), artista de la corte de la dinastía Joseon. Este panel muestra Guryong Pokpo (Catarata de nueve dragones).
Imágenes de practicidad
Desde entonces, Zo dedicó su energía a promover la belleza y el valor del minhwa dentro y fuera de Corea, planificando y organizando 17 exposiciones en el país y 12 en el extranjero. Destacan sus exposiciones y conferencias en Estados Unidos y Japón, como “Tesoros del monte Geumgang” (East-West Center en la Universidad de Hawái; 1976), “El espíritu del tigre: arte folclórico de Corea” (Thomas Burke Memorial Washington State Museum, Seattle; 1980), “El ojo del tigre” (Mingei International Museum, San Diego; 1980), “Dragón azul y tigre blanco” (Oakland Museum of California; 1981) y “Guardianes de la felicidad” (Craft and Folk Art Museum, Los Ángeles; 1982). Los títulos de estas exposiciones subrayan los aspectos de la cultura coreana, pintura popular que Zo quería divulgar entre el público extranjero. También produjo catálogos de estas exposiciones en inglés, japonés y coreano.
La perspectiva de Zo sobre minhwa iba más allá de los parámetros dominantes. En vez de considerar las pinturas como bellas artes, las ubicó en un contexto más amplio: la vida y la naturaleza humana. Para Zo, las pinturas que la corte usaba con fines prácticos, como decoración y pinturas rituales sobre budismo y chamanismo, eran minhwa. Al ampliar el significado de la pintura popular, intentó definir y realzar su importancia.
En consecuencia, el concepto de Zo se apartó de la definición de Yanagi Muneyoshi, crítico de arte japonés y fundador del movimiento de artesanía popular (mingei). Tampoco se alineó con “el arte del pueblo” propuesto por William Morris, campeón del Movimiento de Artes y Oficios en Inglaterra; y entró en conflicto con el círculo de historia del arte coreano, que veía dos categorías separadas en el minhwa y la pintura de la corte.
Zo Za-yong estudió ingeniería civil en Estados Unidos. Era un renombrado arquitecto cuando se enamoró de la pintura de tigre de un artista anónimo. Pasó el resto de su vida explorando el arte popular coreano. © Park Bo-ha
Creencia en Samsin
La fascinación y el amor de Zo por la pintura popular le llevaron a reflexionar profundamente sobre su espíritu. A través del minhwa, exploró los orígenes del arte coreano y trató de identificar los cimientos del mundo espiritual que sustentaba su cultura. Finalmente, concluyó que todo derivaba de la creencia chamánica en Samsin, la “triple diosa” que gobierna el parto. Sobre su viaje para buscar las raíces de la cultura coreana, escribió:
“En el proceso de buscar a tientas el duende, el tigre, el dios de la montaña y la tortuga, la cultura de mis padres comenzó a revelarse, aunque débilmente. Encontré la matriz de la cultura de nuestra gente en lo que llamaré minmunhwa o cultura popular. […] He reunido todos los hitos vividos hasta descubrirlo: buscar incesantemente restos históricos, recolectar materiales, establecer museos, promover la divulgación en el extranjero…, hasta finalmente construir el Templo Samsin y comenzar un movimiento para proteger la cultura perdida de nuestros pueblos”. (Zo Za-yong, En busca de la matriz de la cultura coreana [Uri munhwa-ui motae-reul chajaseo], 2000, Ahn Graphics).
En el año 2000, Zo hizo realidad el sueño que tanto anhelaba cuando inauguró la ‘Exposición para niños del rey Goblin: el dragón y el tigre’ en el Parque de Exposiciones de Daejeon. Pero durante la expo sufrió un problema cardiaco y falleció, rodeado de sus amadas minhwa. En 2013, fundaron Zo Za-yong Memorial Society para honrar y promover su legado. Desde 2014, cada año, el Museo Gahoe celebra el Festival Cultural Daegal en Insa Art Center de Insa-dong. Zo debería ser largamente recordado por su increíble legado: explorar las fuentes de la cultura coreana en las pinturas folclóricas y su promoción al mundo.