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2020 WINTER

REPORTAJE ESPECIAL

Minhwa: Pinturas para la felicidadREPORTAJE ESPECIAL 2Mi amor por Minhwa

Yoon Yul-soo ha dedicado toda su vida a la colección, investigación y exhibición de pinturas populares coreanas. Comenzó su carrera como curador en 1973 en el Museo Emille de Seúl, donde se enamoró de las pinturas folclóricas. Yoon recuerda con cariño las alegrías y ansiedades compartida con tigres, dragones, urracas, peonias y flores de loto en numerosas pinturas minhwa.

Namwon, una pequeña ciudad en la provincia de Jeolla del Norte donde crecí, era un tesoro en antiguas reliquias del periodo de los Tres Reinos. Con frecuencia hallaban fragmentos de loza y hasta vasijas originales totalmente intactas al arar los campos. Cuando era joven, solía recoger fragmentos de vasijas de barro tiradas y llevarlas a casa. Ese hábito se me quedó grabado y desde entonces he sido coleccionista.

Mi manía de coleccionista comenzó con los sellos. Cuando estaba en primaria acumulé una impresionante colección durante años, pero un día me la robaron. Desanimado, pensé en algo que fuera difícil de robar, y los bujeok (talismanes) vinieron a mi mente. Eran el ítem perfecto, pues prácticamente todas las casas tenían uno, y comencé a coleccionarlos con avidez. Mi colección aumentó mucho durante el ejército, pues los soldados que conocían mi afición me traían algunos al volver de permiso. Gracias a ellos recopilé gran variedad de talismanes de todo el país.

En abril de 1973, tras completar el servicio militar, comencé a trabajar como curador en el Museo Emille, fundado por el Dr. Zo Za-yong. Así comenzó mi relación de por vida con la pintura popular.

“Urraca y Tigre”. Siglo XX. Tinta y color sobre papel. 98,3 × 37 cm. Museo Gahoe. La pintura muestra una composición poco común: urraca y el tigre alineados en vertical, con montañas y peonias al fondo.

Museo Emille
Zo, un arquitecto que había estudiado en Estados Unidos, tenía un profundo conocimiento de la cultura y el arte tradicional coreano. Le gustaban especialmente las pinturas populares y era un coleccionista dedicado. Sin ningún conocimiento sobre pinturas folclóricas, pese a ser curador, me sentaba con Zo casi a diario, y juntos analizábamos detenidamente los detalles de una pieza concreta. Después de ese ritual diario con varios cientos de obras, comencé a desarrollar un “ojo perspicaz”, y de modo natural me enamoré de las pinturas minhwa.

En noviembre de 1975, Zo se embarcó en una exposición itinerante en Estados Unidos con 32 pinturas de su museo. Esa gira de siete años, que comenzó en Hawái, fue la primera en mostrar la pintura folclórica coreana al mundo. Estuve a cargo de las exposiciones, comenzando por la del Museo de Oakland, California, en 1981. Al observar a los lugareños responder con tanto entusiasmo, pude entrever el futuro de la pintura popular coreana.

Renuncié en 1983, cuando el Museo Emille se trasladó de Deungchon-dong en Seúl, al monte Songni en el condado de Boeun, provincia de Chungcheong del Norte. Sin embargo, mi amor por minhwa perduró. Aunque trabajaba en otros museos, nunca dejé de estudiar las pinturas populares y viajé por todo el país para ver el mayor número posible de ellas. Creí que esa sería la mejor forma de aprender. Mientras, mi colección crecía pieza a pieza.

“General Zhang Fei”. Siglo XIX. Tinta y color sobre papel. 111 × 64 cm. Museo Gahoe. La novela histórica china “Romance de los tres reinos” dramatiza y romantiza hechos y personajes históricos, a menudo pintados con fines didácticos. Zhang Fei, un intrépido general que ayudó al señor de la guerra Liu Bei a encontrar a Shu Han, está representado con humor.

Museo Gahoe
Cumplí el sueño de dirigir un museo algún día, gracias al conocimiento y la experiencia adquiridos durante mis 30 años de carrera como curador. Ese sueño se hizo real por pura casualidad. Justo un día antes de la fecha límite, hallé una oferta de trabajo de la Corporación de Vivienda y Comunidades de Seúl para dirigir un museo a establecerse en Bukchon, un enclave turístico con grupos de hanok o casas tradicionales coreanas. Mi esposa y yo preparamos rápido la ación, y logré aprovechar esa ocasión de oro que me permitió hacer algo que amaba y conocía bien.

Minhwa es un género de arte tradicional íntimamente relacionado con la vida del pueblo coreano, por lo que representa bien el sentimiento coreano. Para mí era una tremenda suerte dirigir un museo minhwa en Bukchon Hanok Village, donde pervive el ambiente del pasado.

Después de mucha preparación, el museo abrió en un pequeño Hanok en 2002. Mi esposa y yo mantuvimos largos debates sobre el funcionamiento del museo, desde el nombre hasta el tipo de exposiciones. Decidimos conectar las habitaciones para abrir el espacio, e instalar calefacción por suelo radial para que los visitantes pudieran quitarse los zapatos. Pero fue más fácil decirlo que hacerlo. Había gastado tanto comprando pinturas populares antiguas que carecía de recursos. El Museo Gahoe nunca hubiera existido de no ser por el apoyo y el aliento de mi esposa, mi firme mecenas. Ella, estudiante de historia coreana nacida y criada en Seúl, comprendió el especial significado de un museo minhwa en Bukchon.

El tema de nuestra primera exposición fue “protegerse del mal”. De entre los talismanes y las pinturas populares que había coleccionado durante largos años, elegí aquellos para rechazar a los espíritus malignos. Los talismanes presentan una gran variedad, incluido el dangsaju, que ilustra cómo será el destino de una persona mediante imágenes, para que hasta los analfabetos puedan leer su fortuna. Su pincelada guarda gran afinidad con la de las pinturas populares y, aunque el estilo y el propósito de dangsaju y minhwa son marcadamente diferentes, comparten la misma perspectiva del corazón humano. Mientras que las imágenes adivinatorias muestran compasión por las debilidades humanas, las pinturas populares reflejan esperanza y un deseo universal de felicidad.

En este sentido, dangsaju parecía buena opción como primera muestra del museo. Previamente se habían hecho exposiciones de pintura popular sobre repeler a los espíritus malignos, pero esta fue la primera con talismanes.

Presenté los talismanes en paneles y paredes, pero pronto me quedé sin espacio. Así que decidí poner el resto en las vigas transversales, como hacía la gente en casa en el pasado. Para ver las imágenes, las personas tenían que tumbarse en el suelo y, sin darme cuenta, transformé la exposición en una experiencia hanok inmersiva. El público no solo disfrutó las obras de arte: también pudo quitarse los zapatos, recostarse y sumergirse en el ambiente.

Fue entonces cuando surgió la idea de la siguiente exposición: pinturas populares con tigres, como verdadera esencia del minhwa pintado, para repeler a los espíritus malignos. El tigre, símbolo de las primigenias raíces de la cultura coreana, siempre fue considerado un ser espiritual con poderes místicos, pero contó con el afecto de los coreanos por generaciones.

Minhwa es un género de arte tradicional íntimamente relacionado con la vida del pueblo coreano, por lo que representa bien el sentimiento coreano.
Para mí era una tremenda suerte dirigir un museo minhwa en Bukchon Hanok Village, donde pervive el ambiente del pasado.

El Museo Gahoe abrió sus puertas en 2002 en una casa tradicional en Bukchon, en el corazón de Seúl. Posee unos 2.000 objetos como pinturas populares, talismanes y otros artefactos. Con el desarrollo del distrito, en 2014 fue trasladado a un edificio próximo de estilo moderno.

Exhibir en el extranjero
Nuestra primera exposición atrajo muchos visitantes, incluyendo gente del folclore coreano y extranjeros interesados en el arte y la religión popular de Corea. Desde entonces, cada año he realizado exposiciones especiales con pinturas de mi colección personal. Aunque son a pequeña escala, resulta gratificante ofrecer muestras sobre temas concretos, y también me permite organizar sistemáticamente los objetos de mi colección.

Hasta la fecha, he organizado más de 20 exposiciones. Incluyendo ‘Ideografías pictóricas - Las virtudes de la cultura confuciana’ (2003), ‘Buscando el origen de la religión popular - Pinturas del chamanismo’ (2004), ‘Vidas restauradas en el arroyo Cheonggye’ (2005), ‘Pinturas de peonias’ (2006) y ‘Hermosas pinturas de paisajes’ (2007). También he participado en exposiciones regionales fuera de Seúl. Cada vez profundizo más en el tema, y el resultado queda plasmado en catálogos de arte.

Pese a nuestros humildes orígenes salimos al extranjero. Las exposiciones más destacadas en el exterior incluyen ‘Onggi tradicionales coreanos y pinturas folclóricas’ (2006) en el Museo de Bellas Artes Zanabazar de Ulaanbaatar, en Mongolia, que captó el ingenio del arte popular coreano; ‘Pinturas populares coreanas y libros ilustrados’ (2010) en el Museo de Arte Conmemorativo Otani de Nishinomiya, Japón; ‘Pinturas chamánicas coreanas’ (2010) en el Centro Cultural Coreano en París; y ‘Pinturas populares que evocan longevidad, felicidad, salud y paz’ (2012) en el Museo Sayamaike de Osaka, Japón. También organizamos ocho exposiciones en Australia entre enero de 2013 y julio de 2015. En 2018, llevamos la pintura popular coreana al Museo Estatal de Arte Oriental de Moscú, la primera de su tipo en Rusia, y expusimos en el Museo Nacional de Arte de la República de Bielorrusia, en Minsk.

Sueño actual
Han pasado 47 años desde mi primer encuentro con las pinturas minhwa. Mi sueño actual es coleccionar 100 pinturas de tigres para una exposición especial. Obviamente, será una investigación lógica y metódica, que se ará en un catálogo para que la gente pueda disfrutarlo por muchos años. Ahora me estoy tomando un respiro para trabajar en ese proyecto.   

Media vida dedicada a las pinturas Chaekgeori

En 1973, Kay E. Black viajó a Corea y se enamoró de chaekgeori, pinturas sobre biombos que contienen libros y demás parafernalia académica. Dedicó su vida a estudiar esta forma de arte tradicional coreano, y en junio de 2020 publicó en Seúl un exhaustivo libro, culminando el entusiasmo invertido en casi medio siglo.

Lee Eun-ju Reportera, The JoongAng Ilbo

 

Cautivada al instante ante las pinturas folclóricas coreanas, durante un viaje en 1973, Kay Black dedicó su vida a estudiar las pinturas chaekgeori hasta su muerte, en julio de 2020.

En julio llegó un libro a mi escritorio. Como reportera de arte, a menudo recibo nuevas publicaciones del sector, pero esta parecía distinta. El libro, publicado en inglés, se titulaba Pintura Ch’aekkori: un puzzle coreano. La autora era Kay E. Black.

Por curiosidad, abrí el libro y una hermosa imagen apareció ante mis ojos. Al pasar una tras otra las páginas, quedé cautivada. Me asombró que en la década de 1970, un extranjero reconociera el valor de las pinturas de la dinastía Joseon y las convirtiera en el trabajo de su vida.

Persecución de décadas
Llamé al editor para saber más sobre la autora, pero me sorprendió saber que había fallecido recientemente en Estados Unidos. “Tan pronto como se imprimió el libro, le enviamos una copia”, explicó el editor con voz de tristeza. “Estaba gravemente enferma y postrada en cama, pero supimos que se puso eufórica al ver finalmente el libro entre sus manos. Lamentablemente, falleció poco después”.

El editor me explicó que enviaron el libro a Black por correo urgente a finales de junio. Diez días después, el 5 de julio, falleció en San Francisco. Tenía 92 años.

Con la esperanza de saber más, examiné el libro con más detalle, y vi un impresionante estudio académico sobre pinturas chaekgeori. El prólogo, escrito por Ahn Hwi-joon, profesor emérito de la Universidad Nacional de Seúl, hacía una amable introducción a la autora: “Fue en otoño de 1996 cuando conocí a Kay E. Black, mientras pasaba un año sabático en la Universidad de California, Berkeley. […] Al reunirme con Kay Black, me impresionó su genuino amor por el arte coreano y su ardiente dedicación al estudio de este singular arte”.

Comencé a recopilar más información sobre la autora de varias fuentes. Supe que Black era ama de casa, y que vivía en Denver, Colorado, cuando viajó a Corea en 1973 con otros aficionados al arte. Como parte del viaje, visitó el Museo Emille. Allí fue donde vio por primera vez un biombo con una pintura chaekgeori y quedó hipnotizada al instante. Al volver a Estados Unidos, anunció a su familia que volvería a las aulas para estudiar chaekgeori, y se inscribió en el departamento de estudios asiáticos de la Universidad de Denver. Con 45 años, volvió a poner un pie en un campus universitario.

“Chaekgeori”. Yi Eung-rok (1808-1883). Siglo XIX. Tinta y pigmentos minerales sobre papel. 163 × 276 cm. Museo de Arte Asiático, San Francisco. Chaekgeori retrata naturalezas muertas sobre un panel plegable. Representa toda la parafernalia académica, como libros, cerámica, instrumentos de escritura y quemadores de incienso. Fue una forma de arte popular a finales de la dinastía Joseon. La pintura incorpora la perspectiva lineal occidental, apenas vista entonces.

Kay E. Black’s “Pinturas Ch’aekkori: un puzzle coreano”, fue publicado en Seúl en junio de 2020 por la Academia Sahoipyoungnon [Crítica social]. Es un estudio académico sobre este género de arte, y culmen de la exhaustiva investigación de la autora durante 30 años. Tapa dura, 336 páginas.

Colaboración
Chaekgeori es un género de pintura de naturalezas muertas sobre biombos, que presenta estantes llenos de libros y otros objetos como cerámicas, instrumentos de escritura y quemadores de incienso. También llamado chaekgado, era el arte tradicional de la corte real en torno al siglo XVIII, y pasó gradualmente al ámbito del arte popular a partir del siglo XIX. Durante la última década se ha revalorizado con exposiciones a gran escala, pero en la década de los 70 era un campo de investigación estéril.

Esto revaloriza que un visitante extranjero abordara el tema entonces. Desde mediados de los 80, Black investigó numerosas pinturas chaekgeori y fotografió importantes obras no solo en Corea, sino también por todo el mundo, en América, Europa y Japón. Años después, comenzó a colaborar con el fallecido Edward W. Wagner, entonces profesor de estudios coreanos en la Universidad de Harvard. Como autoridad en genealogía del período Joseon, Wagner ayudó a Black a identificar los intrincados linajes familiares de varios pintores de chaekgado. Ambos redactaron conjuntamente varias tesis en la década de 1990.

Respecto a la importancia del trabajo de Black, Ahn comentó: “Ellas [chaeokgeori] fueron comúnmente vistas como obras de pintores anónimos que reflejaban los gustos populares. Sin embargo, la autora rompió esa vieja idea preconcebida con la ayuda de Edward Wagner, al descubrir que varios artistas de la corte trabajaron en esas pinturas, que fueron impulsadas por la élite gobernante y hasta por la realeza”. Black clasificó los chaekgeori en tres tipos. Ahn añadió: “Desde los artículos previos de Kay Black y Edward Wagner, han aparecido varios estudios de eruditos coreanos que abordan el tema basándose en un mejor dominio de material literario más amplio. Aunque las ideas presentadas por Black y Wagner a veces fueron corregidas y refutadas, muchas de sus principales aportaciones siguen siendo valiosas”.



Coraje y tenacidad
Cada vez con más curiosidad sobre esta notable autora, pregunté la dirección de correo electrónico de su hija, Kate Black.

“Fue realmente el trabajo de su vida”, rewerda. “Mi madre fue un increíble modelo a seguir para mí. Ella me enseñó que puedo hacer cualquier cosa que me proponga. Cuando mi hermana y yo terminamos la universidad, dedicó 47 años de su vida a explorar la cultura y el arte coreano, y viajó por el mundo buscando chaekgeori. Respeto su coraje y tenacidad”.

Al cerrar el libro, pensé sobre los muchos días y noches que Black debió haber pasado estudiando en detalle las pinturas chaekgeori. ¿Cuántas pistas y piezas de rompecabezas no hemos visto en las imágenes? A través de su libro, Black nos insta a buscar la puerta al misterioso mundo de los chaekgeori y a reflexionar sobre nuestro fascinante legado cultural.

Yoon Yul-sooDirector, Museo Gahoe

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