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2017 WINTER

Un retrato de la vida en el lado oscuro

Hwang Jai-hyoung ha retratado las duras realidades de los mineros del carbón, representando con un realismo absoluto crudas escenas del día a día en el lado oscuro. En su intento por derribar los límites entre el arte y la realidad a la hora de capturar fielmente el espíritu de su tiempo, se fue a vivir con los mineros en Taebaek, un pueblo remoto de minas de carbón en la provincia de Gangwon. Así se convirtió en un “artista de la mina” que busca la esperanza a través de sus pinturas.

“Retrato de un minero”, 2002. Óleo sobre lienzo, 65 × 53 cm.

Las manos rechonchas y cálidas de Hwang Jaihyoung ofrecen una amable bienvenida, mientras me agradece por venir a verle desde tan lejos. Echo un vistazo a su tupida barba, a su mono negro y al sombrero que lleva puesto. A juzgar por su constitución fuerte y robusta, parece que podría completar el trabajo de dos hombres. Dicen que solo con observar las manos es posible decir mucho de una persona. Con un simple apretón de manos de Hwang, ya siento como si le conociera. El artista que vive en la ciudad de las minas de carbón está envuelto en un aura sombría, pero se observa cierto brillo en sus ojos. Se hizo minero para pintar las vidas de quienes trabajan bajo tierra. “En el lado oscuro, la última esperanza de vida brilla como una estrella”, afirma.

“Cuando en 1982 llegué a Taebaek con mi familia había una atmósfera aburrida y lúgubre, como de bar barato, pero echo de menos esos días”, afirma Hwang. “Esta ciudad ha experimentado ciertos cambios en los últimos 30 años, ha dado vuelcos aquí y allá y se ha puesto patas arriba. Después de haber sido testigo de todo eso, ahora quiero contar la historia. Algunas personas preguntan si no es hora ya de que deje este lugar. Pero no soy el tipo de hombre que, por ejemplo, da la espalda a una mujer cuando termina con ella”.

El lado oscuro, otro lugar para la desesperación

Hwang ha buscado los recuerdos de las personas y la tierra; los legados que no deben olvidarse. La palabra coreana para el lado o el extremo oscuro en una galería minera es makjang, un vocablo que también se usa en un contexto negativo, al referirse a la situación de estar en un callejón sin salida. Por ello dice: “El lado oscuro es un lugar en el que la gente ha perdido la esperanza. En ese sentido, ¿no es Seúl algo parecido a una mina de carbón? El sufrimiento y la desesperación de los desempleados no difieren tanto de la difícil situación de los mineros del carbón”. Durante varias décadas, Hwang ha protagonizado exposiciones bajo el mismo título: “Suciedad para recoger y suelo para descansar”. Es una metáfora sobre las personas que tienen suciedad en sus manos y carecen de un lugar donde poner a descansar sus cuerpos, y sobre los tiempos actuales en los que a la gente le resulta difícil disfrutar de una vida decente.

“Cuando me gradué en la facultad de arte, pude echar la vista atrás. Comprendí que todos esos años había estado haciéndome pasar por un artista, permaneciendo completamente ajeno a lo que sucedía en nuestra sociedad”, recuerda Hwang. “Decidí que tenía que ver por mí mismo y experimentar de primera mano la cara distorsionada de la industrialización. Fui testigo de las vidas de los trabajadores socialmente marginados que vivían a las afueras de la ciudad, en distritos industriales como Guro-dong y Garibong-dong. Aquellos que fueron excluidos incluso de esos lugares se dirigieron a las ciudades mineras de carbón. Quise ir más allá de las limitaciones del Minjung Art [Arte Popular] de la década de 1980. En un sentido amplio, en una mina el makjang es un lugar para la desesperación. En ese contexto, es un sitio que no solo se encuentra en la ciudad minera de Taebaek, sino que podría hallarse en cualquier lugar de Corea; en cualquier espacio donde no haya esperanza de llevar una vida decente y digna, ya sea un sitio de trabajo, las calles o una casa particular”.

Él se desplazó a Taebaek porque quería encontrarse con los mineros como representantes de “todas las personas exasperadas por los tiempos, que pese a todo luchan por superar sus circunstancias”.

Ubicado en una tranquila zona residencial al lado del Centro de Cultura y Artes de Taebaek, el estudio de Hwang tiene unos techos altos que aportan un aire sagrado al lugar, como si fuera un “santuario de los cuadros”. Su espacio de trabajo está lleno de diferentes recuerdos, como el de comer alimentos directamente de la fiambrera en la oscuridad de la mina, bajo la luz de la lámpara de seguridad, respirando el aire turbio cargado de polvo de carbón, y percibiendo la intensidad que llenaba el túnel y a veces daba la sensación de estar dentro de un útero materno. Apilados contra las paredes cerca de la entrada hay cubos con pinceles. Recuerdo que una vez dijo: “Hubo un tiempo en que compraba pintura cuando tenía dinero”. Me conmueve imaginar la angustia de un artista pobre con tal pasión por su trabajo que, aunque tenga que preocuparse por su próxima comida, está pensando en cómo puede comprar pinturas.

El trabajo por encima del arte

“Lágrimas negras”, 1996-2008. Carbón y medios mixtos sobre lienzo, 193.9 × 259.1 cm.

“Según mi criterio, la desintegración de los grupos activistas en la década de 1980 fue en gran medida resultado de la falta de resistencia y el escaso éxito a la hora de combinar la teoría y la práctica”, explica Hwang. “La primera vez que puse un pie en la localidad de Sabuk en el condado de Jeongseon, provincia de Gangwon, me di cuenta de que no podía seguir siendo un espectador. Los mineros allí no querían mi arte; querían mi sudor. Reflexioné sobre la cuestión de si mi pincelada tenía el mismo peso que su trabajo en la mina. Decidido a conectar con los mineros, organicé con los lugareños actuaciones populares y eventos de pinturas murales y grabados, entre otros, además de un campamento de arte. Les expresé mi apoyo a través de la pintura”.

En 1982 Hwang se hizo pasar por un minero más y encontró trabajo en la mina de Gujeol-ri, en Jeongseon.

A los mineros que usaban gafas no se les permitía trabajar bajo tierra por lo que Hwang, que era bastante miope, tenía que llevar puestas las lentes de contacto todo el día. Al poco tiempo desarrolló una conjuntivitis aguda debido al polvo de carbón que se acumulaba entre el ojo y la lente.El doctor le advirtió de que podía perder la vista. Después de tres años trabajando en las minas no tuvo más remedio que renunciar, pero las personas que conoció allí se convirtieron en el tema principal de sus obras. El arte de Hwang y su vida comenzaron a avanzar en sincronía. De un simple espectador renació como un obrero, un artista de la minería.

Sin embargo, tanto los mineros, que fueron el motivo por el cual decidió establecer en Taebaek su segundo hogar, como sus compañeras, que le aportaron un amor maternal y le permitieron echar raíces nuevas en la ciudad, están desapareciendo lentamente. El poder del dinero y la tiranía del capitalismo están secando el suelo que les daba sustento. Para 2020 cerrarán todas las minas de carbón. Se promueven atracciones turísticas para atraer a la gente a la región, pero los residentes menos afortunados carecen de un lugar donde recostar sus fatigados cuerpos. Hwang reconoce que hay días en los que deja el lienzo a un lado y se entrega al soju, el licor coreano por excelencia. El artista deja escapar un profundo suspiro frente al cuadro “La Sra. Kwon, artesana del carbón”, que es el retrato de una minera cuyos ojos brillantes contrastan con su cara cubierta de polvo de carbón.

“Quería captar la mirada de los ojos de mi madre, pero no fue fácil”, asegura Hwang. “Esos ojos brumosos llenos de lágrimas y afecto son probablemente todo lo que necesitamos para resistir en este mundo. Estos días paso más tiempo pintando montañas y árboles. Después de haber vivido durante unos 30 años con estas personas que se arrastran silenciosamente sin quejarse, como un árbol perenne, quiero que mi pincel sea supala o su pico”.

“Comida”, 1985. Óleo sobre lienzo, 91 × 117 cm.

Los cuadros que se acumulan en su estudio son un testimonio y un registro de sus luchas como artista de la minería. En “Témpanos negros” Hwang usa polvo de carbón triturado para representar la cara de un viejo minero, surcado de profundas arrugas. El serpenteante camino de “El paso de montaña de Dumun-dong”, representado en gruesas pinceladas ascendentes de tierra amarillenta, es una metáfora de los giros y vueltas que da la vida. Como consideraba que las pinturas al óleo eran demasiado lisas y brillantes, comenzó a usar una mezcla de tierra y polvo de carbón para lograr una textura rugosa. Él cree que esto nos representa con más fidelidad.

“Lo que me impulsó a reflexionar seriamente sobre los materiales que estaba utilizando fue ver el mono de trabajo del minero Kim Bong-chun, una víctima del accidente de la mina de Hwangji en 1980. Su nombre decía ‘Hwangji 330’. Todo lo que quedaba como testimonio de la vida y muerte de este hombre era su mono desgastado y arrugado. Ninguna otra imagen podría componer un mejor autorretrato”, afirma Hwang.

El artista recurre hábilmente a materiales de trabajo y objetos cotidianos hallados en la aldea del carbón, como el certificado de defunción de un minero que murió de neumoconiosis, o contrachapado de madera y malla de alambre de la casa abandonada de un minero, para honrar la memoria de una era consumida y de las personas que ya no están allí. Cuadros suyos como “Autobús”, “Fabricando briquetas”, “Comida” o “Ambulancia” revelan la capacidad de autoinnovación de un artista que compartió con estos trabajadores el viaje de su vida.

Human Hair as a Medium

Hwang Jai-hyoung se estableció en la ciudad minera de carbón de Taebaek en 1982, y desde entonces ha dedicado su carrera a retratar la agotadora vida de los mineros.

Últimamente Hwang reconoce estar fascinado con un nuevo material: el cabello humano. Enormes lienzos cubiertos de dibujos que utilizan el pelo humano como un médium reverberan con la poderosa energía que llena su estudio. En los 150 años de historia del realismo en el arte, esta pintura tan solemne y cdora es probablemente la primera de su tipo.

“Una maestra vino un día a consultarme sobre asuntos familiares, en concreto de los conflictos con su suegra. En el momento en que escuché su historia, sentí un escalofrío en la espina dorsal. Después de dar a luz, su suegra le preparó una sopa de algas marinas, pero cuando estaba a punto de tomar la primera cucharada, descubrió una maraña de cabello flotando en el caldo. La historia humana de la dominación y la subordinación se superpusieron en mi mente con la imagen del cabello en la sopa y me dieron una inspiración repentina. Mientras existan los humanos, será imposible librarse de este yugo, pensé”, explica Hwang.

Hwang ha reproducido, usando el pelo, algunas de sus obras anteriores, como “Retrato de un minero”. El proceso de elaborar un boceto simple y pegar mechones de pelo le parece más bien aterrador. “Me da escalofríos la forma en que el cabello crea su propio flujo y ritmo”, reconoce.

Al principio el artista usaba su propio pelo pero, como no era suficiente, pidió a su esposa y a su hija que también le donaran sus cabellos. “Tocar el pelo de tus seres queridos despierta una sensación de ternura”, dice Hwang, juntando sus manos.

Hwang presentará sus últimas obras con cabello humano en una exposición individual en el Centro de Arte Gana de Seúl, cuya apertura está programada para el 14 de diciembre. Uno de sus compañeros artistas comenta: “Esto es revolucionario, es una conmoción que atraviesa mi alma”. También expondrá un nuevo trabajo, la serie “Vasto silencio” en la que representa con grafito la majestuosidad del lago Baikal. Hwang dice que en su largo viaje en busca de los orígenes de la humanidad repetía las siguientes palabras una y otra vez:

“No te entretengas en cosas pequeñas”.

“No dejes que los asuntos personales te limiten”.

El artista, que en el pasado descendió al lugar más profundo y oscuro al que pueden acceder los humanos, se postra frente al lago que hace decenas de millones de años presenció el nacimiento de la humanidad. Ambos son los confines de la tierra, donde la luz de la vida se eleva desde la oscuridad total. ¿Qué es lo que vio y dibujó allí? Con sus ojos brumosos, como los de las caras en sus obras “Rostro de madre” y “El lugar del padre”, asegura que “mientras haya amor, la vida no será derrotada”.

“Sabía que no podía seguir siendo un espectador. Los mineros allí no querían mi arte; querían mi sudor. Entonces, refl exioné sobre si mi pincelada tenía el mismo peso que su excavación”.

Chung Jae-sukColumnista y redactor jefe de cultura, diario JoongAng Ilbo
Ahn Hong-beomFotógrafo

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