¿Qué sería mayor: la distancia geográfica entre Mansfield, Connecticut, en los Estados Unidos, y Seúl, o la distancia cultural entre el gugak (la música coreana tradicional) y la teatralidad de Shakespeare? Lauren Ash-Morgan intenta unir esos dos mundos, aparentemente separados.
Lauren Ash-Morgan toca un gayageum sanjo en el césped en el Parque Namsan en Seúl.
uizá pocos coreanos, incluso entre los artistas profesionales, podrían cantar chang (baladas narrativas tradicionales) al tiempo que interpretan una cítara nativa. De hecho, pocos querrían siquiera aprender ese arcaico género de música llamado gayageum byeongchang.
Para un extranjero, naturalmente las barreras son muchas y elevadas, desde la técnica y el lenguaje, hasta la comprensión de los matices emocionales. Pero Lauren Ash-Morgan ha hecho posible lo aparentemente imposible. Casi todas las noches entresemana podemos hallarla en el Centro Nacional de Gugak de Seocho-dong, al sur de Seúl, aprendiendo y practicando danza y canciones tradicionales coreanas, y también música instrumental.
“El comienzo fue humillante pues eran movimientos totalmente nuevos para mí. No tenía el típico cuerpo de bailarina ni la ropa de baile adecuada, las clases eran en coreano, y como el único no coreano en las clases, desentonaba y dudaba sobre si habría sido una buena idea comenzar con esto”, explica Ash-Morgan recordando sus primeras lecciones en Washington DC”. Pero se trata de un estilo y de una técnica que incluso los coreanos han de aprender hoy en día, y los adultos de mi clases tenían que aprenderlos igual que yo. De alguna forma, como artista tengo cierta ventaja sobre muchos de mis compañeros de clase”.
Sus profesores coreanos coinciden. “La Sra. Lauren puede entender mis explicaciones y hace exactamente lo que le digo que haga”, afirma el maestro que enseña a cantar chang mientras toca un gayageum (de 12 cuerdas). El maestro de baile aprecia la forma en que ella se sumerge no sólo en la técnica, sino también en el significado de cada movimiento.
¿Cómo empezó?
La carrera escénica de Ash-Morgan es muy superior a lo que podría esperarse para alguien de 34 años.
Nacida en Mansfield, Connecticut, lleva actuando desde los 10 años, cuando empezó a tomar clases de teatro. A los 11 años se unió a Kid’s Company, un grupo juvenil de teatro de su ciudad natal, y creció actuando en el escenario. En la escuela, sintió un interés particular por Shakespeare y por las actuaciones musicales. En la universidad, se especializó en educación musical y voz, y obtuvo la licenciatura en música en el Ithaca College de Nueva York, donde desarrolló un gran interés por la música del mundo y la etnomusicología.
Después de graduarse, pasó un año en Seúl en 2005 trabajando como profesora de música y comenzó a estudiar música tradicional coreana, particularmente el gayageum y el janggu (tambor de dos cabezas), en el Centro Nacional Gugak. Posteriormente asistió a la escuela de posgrado en la Universidad de Maryland, College Park, donde estudió con el Dr. Robert Provine, un experto en música de Asia Oriental, y obtuvo el título de Master en etnomusicología especializada en Corea. Mientras estudiaba, pasó dos años aprendiendo danza tradicional coreana y pansori (canción narrativa acompañada por un tambor) en el Centro Coreano de Artes Escénicas de Washington, además de tomar lecciones de gayageum y janggu.
En 2010, fue invitada a participar en el Taller Internacional del Centro Nacional Gugak y desde entonces sigue allí aprendiendo sobre el gugak en relación con la danza coreana.
En 2011, Ash-Morgan realizó una audición para la producción de “Macbeth” con la Compañía de Shakespeare de Seúl y fue elegida para el papel principal. Fue entonces cuando conoció a Michael Downey, su marido en escena, quien posteriormente se convertiría en su esposo real. Desde entonces, ha trabajado activamente en la escena teatral de lengua inglesa de Seúl, desempeñando papeles importantes en muchas producciones e incluso consiguiendo el papel principal en el largometraje independiente “Amiss”. En 2014, se convirtió en la directora artística de la Compañía Shakespeare de Seúl, y también ha producido espectáculos de la compañía mientras actuaba y creaba trajes para el grupo.
“Intento mantener el equilibrio artístico entre los mundos del gugak y del teatro clásico, al tiempo de incorporar elementos creativos y de estética gugak en las prácticas de teatro occidentales, al dar a conocer las técnicas y el espíritu de las artes escénicas tradicionales coreanas a un público más amplio”, afirma. “Preparo talleres para enseñar a Shakespeare con la esperanza de incorporar danza coreana y entrenamiento vocal en las prácticas de teatro clásico en el futuro”.
Ash-Morgan considera que el gugak y el teatro occidental pueden beneficiarse mutuamente. “La música tiene una influencia definitiva en el teatro, pues ayuda a entrenar la respiración y a mejorar la voz. Ambos movimientos y emociones están interconectados, como si uno fuera extensión del otro. Al practicar pansori, por ejemplo, podría adquirir una voz más fuerte, más grave y profunda, que podría usar en el escenario teatral sin preocuparme de dañar mis cuerdas vocales”, expresa.
“La música tradicional de Corea posee un concepto llamado han, un sentimiento de amargura, de tristeza acumulada y condensada, donde los artistas de verdad consiguen un efecto catártico con pasión y energía. Esa intensa emoción de tristeza es casi universal, y una cualidad que muestran muchas de las tragedias clásicas en el escenario. Sin embargo, no debemos permanecer necesariamente pasivos ante esa emoción, sino chocar contra ella para compartir esos sentimientos catárticos con la audiencia”.
Desempeñar tres papeles
Lauren Ash-Morgan es a la vez actriz en la Compañía Shakespeare de Seúl y su director artístico. Ella desempeñó el papel de Beatriz en la producción de 2016 de “Mucho ruido por nada”, que fue dirigida por su marido, Michael Downey.
La típica semana de Ash-Morgan se divide en tres actividades principales: dar cuatro clases (16 horas) en la Universidad de Kwangwoon; aprender música coreana y bailar, principalmente de noche; y actuar y producir obras de Shakespeare. Como su trabajo en la Compañía Shakespeare de Seúl es voluntario, todos sus ingresos provienen de sus clases de de inglés. “Trabajar en la enseñanza universitaria me da soporte financiero y me deja tiempo para mis actividades artísticas”, señala.
Además de diligencia, pasión y compromiso, Ash-Morgan debe poseer algún talento más que le ha permitido aprender música coreana tradicional y danza en un tiempo relativamente breve, y aparentemente con menos dificultad de lo que algunos podrían esperar.
Las danzas coreanas consideradas tradicionales hoy en día se desarrollaron bajo la influencia de maestros prominentes, cada uno con un estilo propio que se ha transmitido durante las últimas dos generaciones en líneas de maestro a alumno, a veces de modo hereditario y a veces no, explica.
“He estudiado cuatro líneas de danza coreana, con cuatro maestros distintos, y todos ellos son muy diferentes entre sí. Cada vez que empiezo con un nuevo profesor de baile, necesito silenciar mis propios instintos de movimiento y enfocarme en los detalles que hacen que el estilo de ese profesor sea único. No se trata sólo la técnica, sino de su propio neukkim personal, su sentimiento, carácter o aura, o cómo expresa su personalidad y sus sentimientos a través de la danza”, refleja. “No se trata sólo de aprender coreografía; para mí, se trata de emular el carácter de mi maestra cuando baila, lo que requiere atención en cada detalle complejo. Entonces trato de hallar esa sensación en mi interior, como hago cuando interpreto un personaje en el escenario o en el cine”.
Ash-Morgan agradece haber tenido la oportunidad de aprender lo básico cuando aún vivía en Estados Unidos con un grupo de apoyo. Desde su perspectiva, los movimientos coreanos de danza tradicional son algo integral y no solo basado en la danza, sino también en el canto y en las actuaciones instrumentales, por lo que resulta fácil pensar en un estilo de movimiento particular “coreanizado”, como si fuera algo que se hereda a través de la sangre.
“Con el tiempo, mis maestros se dan cuenta de que pueden dejarme sola y permitirme que me mezcle con el grupo, pues soy bastante autodidacta”, explica. “En el Centro Nacional de Gugak, cuando comienza un nuevo curso cada año, seguro que alguno de mis compañeros ha compartido ya clases conmigo o me ha visto actuar en el festival anual, por lo que es mucho menos incómodo de lo que solía ser antes, ya que me conocen desde el principio”.
Cuando vivía en Estados Unidos, pasaba mucho tiempo entre espacios lingüísticos y culturales coreanos. La esencia de las áreas culturales de las minorías de inmigrantes y la importancia de esos espacios culturales donde la gente puede reunirse y ser ellos mismos, fue uno de los puntos que enfatizó en su trabajo de posgrado.
“Con la Compañía Shakespeare de Seúl, encuentro la imagen reflejada de esa experiencia. En Estados Unidos interpretaba gugak; en Corea, gran parte de mi vida se centra en hacer Shakespeare”, resalta. “Tras haber hecho pansori en Estados Unidos y ahora hacer Shakespeare en Corea, en cada caso estoy realizando algo ajeno a la nación en la que vivo, pero a veces considerado arcaico en la nación originaria de esa forma de arte”.
“Intento mantener el equilibrio artístico entre los mundos del gugak y del teatro clásico, al tiempo de incorporar elementos creativos y de estética gugak en las prácticas de teatro occidentales, al dar a conocer las técnicas y el espíritu de las artes escénicas tradicionales coreanas a un público más amplio”.
Escena de “Cuento de invierno”, puesta en escena en abril de 2017 bajo la dirección de Michael Downey, donde Laura Ash-Morgan hizo el papel de Paulina. A la izquierda está John Michaels, quien interpretó a Antígona, y a la derecha Josh Kroot, que caracterizó a Camilo.
Gugak y Shakespeare: ¿extraños compañeros de cama?
Al comparar las similitudes y diferencias de los teatros gugak y shakespeariano, Ash-Morgan destaca: “Para la mayoría de los coreanos el gugak es un género desconocido, difícil de entender, quizás algo aburrido, aunque sea interpretado y amado por una vibrante e innovadora sub-comunidad de artistas gugak de toda la sociedad coreana. Es un caso similar al de Shakespeare en los países de habla inglesa: muchas personas consideran su lenguaje incómodo, viejo y potencialmente aburrido. Pero Shakespeare es una parte importante de la formación de nuestra cultura y, en Estados Unidos en concreto, parte de la identidad nacional”.
Del mismo modo, el gugak, aunque desconocido para muchos coreanos, ocupa un lugar especial como símbolo de la identidad nacional coreana.
Como Ash-Morgan resalta, los paralelismos entre el gugak y Shakespeare son fascinantes: “Ambos parecen antiguos y extraños para los no iniciados y, sin embargo gozan de enorme popularidad y vitalidad entre un subgrupo particular de la población. Ambos tienen una enorme profundidad histórica y cultural, pero también dejan espacio a la innovación artística y la capacidad a emocionar al público actual”.
Choi Sung-jinEditor ejecutivo, Korea Biomedical Review
Ahn Hong-beomFotógrafo