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2019 AUTUMN

Sobrevivir a la falta de espacio para colocar libros

En su pequeña tienda, que abrió hace ya cuarenta años, Jeong Byung-ho intercala un puñado de pedidos por atender entre imponentes pilas de libros usados, capeando una tendencia de lectura que ha dejado de lado los libros impresos y a muchos de sus colegas.

Jeong Byung-ho inspecciona libros en Seomun Seojeom, librería de segunda mano que regenta desde hace 40 años en el mercado Pyeonghwa de Seúl.

unto al arroyo Cheonggye, que fluye a través del centro de Seúl, se encuentra el antiguo Mercado de la Paz, Pyeonghwa Sijang. En la década de 1950, aquí se concentraron las librerías de segunda mano y prosperaron hasta la década de 1980. Muchos clientes eran estudiantes que no podían permitirse libros de texto nuevos, o que habían suspendido su examen de ingreso a la universidad y tal vez buscaban consuelo en los escritos de los filósofos.

En ese momento, de doscientos a trescientos vendedores ocupaban este refugio para los libros usados. Pero en la década de 1990, esa cifra comenzó a disminuir. Ahora, solamente quedan dieciocho. Jeong Byung-ho es uno de ellos, dueño de la librería Seomun Seojeom durante los últimos cuarenta años.

“La razón más importante por la que las librerías de usados han caído en declive ha sido la reforma del currículo y los libros de texto de enseñanza secundaria y bachillerato”, asegura Jeong. “Previamente, solo había un libro de texto para cada asignatura, que diseñaba e imprimía de modo centralizado el Ministerio de Educación. Por aquel entonces, los estudiantes que no podían conseguir los libros de texto en provincias venían a las librerías de usados, pero en la década de 1990 la política cambió para que muchos editores pudieran crear libros de texto y manuales de referencia. A partir de ese momento, el número de librerías de segunda mano comenzó a disminuir, y estoy seguro de que seguirá bajando. Incluso ahora, hay gente aquí que ha puesto sus almacenes en venta”.

En el mercado Pyeonghwa solía haber entre 200 y 300 librerías de usados, pero ahora no quedan más de 20.

Distintos hábitos de lectura

Las pequeñas librerías independientes también se han convertido en víctimas del importante cambio en las actividades de ocio y de los descuentos altamente competitivos que ofrecen las librerías de Internet. Corea es el país del mundo que se digitaliza más rápidamente. El 95% de la sociedad posee un teléfono inteligente, el porcentaje más elevado del mundo, y con incontables vídeos y artículos escritos en Internet para consultar, la lectura de libros ha perdido su atractivo. Según la Encuesta Nacional de Lectura 2017 del Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo, solo un 60% de los adultos lee uno o más libros, ya sean de ficción o no, al año. Eso significa que cuatro de cada diez adultos coreanos no han leído un solo libro durante todo el año. Las principales explicaciones son “estar demasiado ocupado” y “usar teléfonos inteligentes e Internet” en lugar de leer.

Jeong continúa: “Las grandes librerías de Internet tratan directamente con los editores, así que pueden vender sus libros algo más baratos. Pero las pequeñas y medianas librerías han de comprarlos a través de un distribuidor, por lo que sus márgenes son inferiores. No hay forma de competir con las grandes librerías en Internet. También hay librerías de usados que operan a gran escala, pero afortunadamente, la competencia no es tan feroz”.

Jeong dirige la Asociación de Comerciantes de Libros Usados del Arroyo Cheonggye, pero no hay mucho que él pueda hacer para resolver esta situación. Afirma que no hay manera de detener el cambio del mundo, así que todo lo que puede hacer es intentar dar lo mejor de sí mismo.

“A mediados de la década de 1990, mis amigos trataron de hacerme participar en un negocio de planchas de acero con ellos. Me dijeron que podía ganar en un mes lo que la librería ganaba en un año”, recuerda Jeong. “No obstante, tras considerarlo cuidadosamente, llegué a la conclusión de que no sabía nada sobre planchas de acero y no tenía ningún interés, pero me encantaban los libros: debía seguir haciendo lo que disfrutaba hacer”.

Unos años más tarde, en un intento de superar una situación económica difícil, añadió a la oferta de su almacén una sección como “especialista en libros de diseño”. Su interés por las artes le había llevado a acumular libros de esa materia, y entonces parecía haber un creciente interés sobre el arte. Hoy día, sin embargo, los libros normales son lo que se vende en su tienda.

Amor por la pintura

Con un espacio de unos 200 pies cuadrados (18,5m 2 ) en tres niveles, Seomun Seojeom está repleto de libros por dentro y por fuera.

Después de vender libros durante otros diez años más o menos, a Jeong le gustaría probar suerte en la pintura. A su esposa, Yu Seol-ae, también le gustan los libros y el arte. La pareja tiene una hija y un hijo. Su hija está en Alemania estudiando órgano de tubos y dirección musical. Su hijo fue a la universidad para especializarse en animación, pero lo dejó para seguir otros estudios. Jeong cree que, probablemente, a su hijo le iría bien como dueño de una librería, pero no trata de persuadirle.“No tengo intención de forzarle, pero si decide asumir el negocio, con mucho gusto se lo daré todo”, dice.

Eso implicaría darle la tienda más todos los libros. Jeong vende sus libros en el primer piso de su almacén. El segundo piso y el tercer piso son para guardar libros. Combinados, los tres pisos cubren unos 200 pies cuadrados. No es mucho. En el corazón de Seúl, sin embargo, un espacio comercial independiente de esa escala no es poca cosa.

Si su hijo le reemplaza, Seomun Seojeom podría terminar siendo como la histórica librería Strand en Nueva York, un negocio familiar con 92 años de historia, hasta la fecha. “Me hice cargo de esta librería, que era de un pariente lejano, pero los primeros días fueron realmente difíciles. Teníamos que pagar el alquiler, pero no teníamos dinero; así que incluso usamos los anillos de oro que les regalaron a nuestros bebés en su primer cumpleaños y los vendimos a unas joyerías”, recuerda Jeong. “Pero no importaba lo difíciles que se pusieran las cosas, ya que siempre pagué el alquiler a tiempo. Si el propietario no venía a mi tienda a recogerlo, pasaba a entregárselo de camino al trabajo”.

Luego, a mediados de la década de 1990, el propietario le sugirió que comprara el almacén. Jeong carecía de fondos suficientes, pero el propietario se ofreció como avalista de un préstamo de treinta millones de wones. Jeong todavía se siente en deuda por la generosidad de su casero.

Para completar los pedidos, Jeong debe dejar el mostrador de ventas del primer piso e ir a los pisos superiores, donde se apilan sus libros. Deja una nota en un montón de libros con su número de teléfono móvil, por si los nuevos clientes necesitaran ponerse en contacto con él. Antes tenía muchos clientes habituales, pero ahora apenas conserva alguno.

Jeong lo explica: “Solía haber mucha gente que escribía los títulos de los libros que buscaba en un pedazo de papel y lo traía. Algunos traían listas de diez o más títulos, e incluso había algunos que incluían los nombres de los autores y las editoriales. Pero ahora no hay clientes así. Ocasionalmente, algunos vienen con la imagen de una portada del libro o del título en su teléfono móvil”.

Una rutina sobre la marcha

Si el antiguo dicho de que cada persona es como un libro fuera cierto, Jeong debería ser un libro de arte de tinta serena y pinturas de lavado con acuarelas. Jeong se despierta a las cinco de la mañana todos los días y va a una misa matinal en la iglesia católica de Dobongsan, cerca de su casa. Regresa sobre las siete, desayuna, y luego sale a trabajar alrededor de las nueve, tomando en su trayecto diario el autobús o el metro.

Unas cuantas veces por semana, acude con otros viejos vendedores de libros usados al barrio de antigüedades que está detrás de Dongmyo, en un santuario taoísta cerca de la Puerta del Este, para comprar libros y ponerse al día con sus colegas libreros. Hay tres vendedores de libros usados en esa zona. En ocasiones, también se detiene junto al Depósito de Libros de Seúl, cerca de la estación de Jamsil, en la línea dos del metro. Esa infraestructura fue inaugurada en marzo de este año por el Gobierno Metropolitano de Seúl para impulsar el hábito de leer. Hay un espacio para venta de libros usados y una cafetería-librería, y allí también se llevan a cabo diferentes actos culturales, como exposiciones de libros donados, charlas y subastas de libros raros. El depósito cuenta con puestos para unas treinta librerías de usados, donde los libros se venden con una pequeña comisión que revierte en el almacén. Uno de los puestos es para Seomun Seojeom.

“Como ha habido muchas noticias sobre este servicio, muchas personas vienen de visita”, asevera Jeong. “Era incluso mejor durante los primeros días. Ahora no hay tanta gente, pero todavía es mejor que nada”.

Las librerías de segunda mano que operan a gran escala pueden tener un empleado en el depósito de libros todo el día, lo que lleva a impresionantes rendimientos de ventas. Pero, obviamente, eso no es opción para los que trabajan solos, como Jeong. Él pone libros a la venta en el repositorio y paga una comisión del diez por ciento del precio de venta al Gobierno Metropolitano de Seúl.

Después de pasar por Dongmyo o por el Depósito de Libros de Seúl, Jeong llega a su tienda sobre las once de la mañana. Aunque no haya muchos clientes, está ocupado todo el día. No tiene tiempo para leer. Debe seleccionar libros para enviar al Depósito de Libros de Seúl, y reunirlos para atender pedidos en línea, o las necesidades de secciones de entretenimiento de las emisoras de TV.

“Si sale un médico en una serie de televisión, las estanterías en el consultorio del médico deben estar llenas de libros sobre medicina. Por tanto, selecciono libros que se adapten a la configuración de la serie y los envío a los estudios”, explica. “En el pasado, las personas a cargo del atrezo venían y elegían los libros que necesitaban, pero parece que no es tan fácil seleccionar libros adecuados para una profesión en particular. Les gusta mucho cuando combino los libros. Un pedido pequeño como ese es de unos cincuenta a cien libros, pero los pedidos más grandes pueden incluso ser de miles de libros. No hace mucho tiempo envié dos mil. Hace unos años, incluso me encargaron un pedido de cincuenta mil libros para una franquicia de cafeterías. Necesitaban unos doscientos libros, principalmente novelas, cada vez que abrían un nuevo café”.

“Incluso si el número de personas que lee libros disminuye y el de librerías en línea aumenta, seguiría viviendo así. Mientras siga haciendo lo que quiera, me sentiré feliz hasta el día de mi muerte”.

El repositorio de libros ubicado cerca de la estación de Jamsil, fue creado por el Gobierno Metropolitano de Seúl para promover el hábito de la lectura. Seomun Seojeom ocupa uno de los 30 puestos de venta en el espacio destinado a librerías de segunda mano.

Intérvalos

Una llamada de su iglesia hace que Jeong se detenga al instante. En su iglesia, él es líder de un equipo de voluntarios que administra los arreglos funerarios y el entierro o la cremación, cuando un miembro de la iglesia fallece. Aproximadamente dos veces al mes, la iglesia le llama y Jeong cierra su tienda para poner a su equipo en marcha. Así ha sido durante los últimos diez años.

“Es algo que disfruto hacer. Vivo siguiendo el principio de que, si disfruto de algo, seguiré haciéndolo al cien por cien”, dice Jeong.

“Incluso si el número de personas que lee libros disminuye y el de librerías en línea aumenta, seguiría viviendo así. Mientras siga haciendo lo que quiera, me sentiré feliz hasta el día de mi muerte”.

Kim Heung-sookPoeta
Ahn Hong-beomFotógrafo

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