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2020 SPRING

Un corte fino

Kim Jong-gu es un maestro sastre con cuatro décadas de experiencia. Trabaja incansablemente cerca de Dongdaemun Fashion Town, epicentro del K-fashion en Seúl, donde corta y cose prototipos de los últimos diseños.

El sastre Kim Jong-gu corta telas en su estudio compartido en Sindang-dong, Seúl. Comenzó a aprender el oficio de adolescente hace más de 40 años. En 2018, el Gobierno coreano le nombró “Especialista de primer grado en costura”.

Innumerables personas sueñan con ser diseñadores de moda. Sueñan con transformar una tela en piezas de marca que hagan voltear la cabeza. Pero para convertir un diseño y una tela en una prenda, hace falta un tercer elemento: la confección. Ese proceso de trastienda, que a menudo es pasado por alto, requiere un alto grado de concentración, habilidad y eficiencia.

Crear una prenda de vestir que se adapte a la perfección es difícil: requiere mucho tiempo dominar el oficio, asegura Kim Jong-gu. Él cogió la aguja y las tijeras cuando era adolescente y desde entonces ha trabajado sin parar durante 40 años. En 2018, recibió el reconocimiento nacional como ‘Especialista en confección de primer grado’. Y aunque la mayoría de sus compañeros ya están jubilados, Kim se mantiene ocupado con tareas como freelance, compartiendo el taller ‘Inseong Planning’, en Sindang-dong, Seúl. Este vecindario, ubicado cerca de Dongdaemun Fashion Town (Ciudad de la Moda), es donde se llevan a cabo los últimos retoques cruciales para el K-fashion (la moda coreana).

La jornada laboral de Kim no es muy distinta de cuando trabajaba para una empresa. Se levanta temprano y tras hacer algo de ejercicio en el gimnasio de su complejo de apartamentos, desayuna y sale a las 8 a.m. No regresará hasta pasadas las 8 p.m.

Cinco personas comparten taller. Producen muestras y patrones de forma independiente, en su propio espacio de trabajo y con su propio equipo. Kim hace muestras de ropa para operadores de centros comerciales de internet, propietarios de tiendas de Dongdaemun, empresarios que atraen a compradores extranjeros y proveedores de canales de tele-tienda.

A veces, los diseñadores y los fabricantes de ropa chocan sobre la viabilidad de un diseño. “Por lo general, los diseñadores jóvenes y menos experimentados hacen esas demandas, pero solo hay que explicárselo”, asegura Kim. “Cuando realmente no les convencen pese a la explicación, entonces sigues sus instrucciones y les muestras el resultado. Luego dicen: “Ah, ya veo”, y finalmente entienden.

Para que un diseño se convierta en una buena prenda de vestir, los expertos técnicos deben poner todo de su parte en la confección, y tanto el diseñador como el cliente deben quedar satisfechos. Si solo le gusta a su creador, no será bueno, aunque imagino que sucede lo mismo en otros sectores. Pero creo que solo puedes hacer bien este tipo de oficio si encaja con tu temperamento. Has de ir directo al grano, tener buena concentración y ser una persona meticulosa. Tu objetivo también debe ser claro. Para perfeccionar realmente tus habilidades, debes pensar: esta es mi línea de trabajo, esto es lo que quiero hacer”.

Kim tiene un precio básico por muestra para cada tipo de prenda que produce, por ejemplo una chaqueta o un vestido, y agrega una tarifa por mano de obra, según la dificultad de cada diseño.

“Debes tener un juicio rápido al cortar la tela. Vacilar solo te hará perder tiempo. Confeccionar ropa es una lucha contrarreloj; tienes que terminar en el tiempo que facturas a tu cliente”.

Recuperar el respeto

Kim también imparte clases de una sola sesión para la próxima generación de expertos costureros. Le gusta tratar con la juventud y tiene mucho que compartir.

Sastres y costureros comparten una historia dolorosa en Corea. Jeon Tae-il, el mártir más conocido en la historia del movimiento obrero coreano, era sastre en el mercado Pyeonghwa de Dongdaemun. Le enfurecía la forma en que los trabajadores eran obligados a completar jornadas infinitas en talleres inseguros sin librar nunca. El 13 de noviembre de 1970, a los 22 años, Jeon se inmoló frente a su lugar de trabajo suplicando a los jefes que cumplieran con la ‘Ley de Normas Laborales’. Su muerte originó una campaña en pro de los derechos de los trabajadores y condujo a la creación de sindicatos en Corea.

Hoy, gran parte de los costureros y sastres coreanos tienen más de 50 años. En Seúl, se ubican principalmente en los barrios próximos a Dongdaemun Fashion Town. Muchas de esas tiendas son administradas por parejas, o por dos o tres parientes que realizan trabajos subcontratados o sub-subcontratados. El ambiente laboral ha mejorado desde los días de Jeon Tae-il, pero aún trabajan largas horas por un bajo salario.

“No es de extrañar que haya tan poca gente interesada en esta profesión. Y aunque los diseñadores reciben un gran reconocimiento, no sucede igual con los que confeccionan la ropa”, explica Kim.

“Mientras aprendía, cuando era niño, recibía una bofetada cada vez que cometía un error… Y cuando era joven, a menudo pensaba en dejarlo porque el salario era muy bajo en comparación con el esfuerzo que suponía, pero actualmente me tratan con respeto”. ¿El motivo? El Hallyu (la Ola coreana).

Después del K-pop y el K-beauty, el K-fashion lidera la ola coreana. Al reconocer esta nueva base exportación cultural, el gobierno está adoptando políticas para impulsar una fuerza laboral de fabricantes de ropa cualificados. Cada vez más gente se inscribe en la Academia de Habilidades de Costura Avanzada de Corea (KASSA), donde Kim imparte clases especiales de un día, cuyas listas de inscripción superan con creces el límite de 20 alumnos. Como ni siquiera pudo completar el programa oficial de la escuela secundaria, Kim se siente entre avergonzado y eufórico cuando le llaman “maestro”.

“Cuando mi hijo era un niño, decía que también quería confeccionar ropa, pero yo me opuse rotundamente. Incluso entonces, los salarios seguían siendo bajos y la profesión no tenía ningún reconocimiento social. Si tuviéramos la misma conversación hoy le alentaría, pero en aquel entonces parecía no tener futuro. Mi hijo ahora trabaja en una empresa del sector TIC y de vez en cuando recuerda aquel episodio entre quejas. Si volviera a mencionar que le gustaría dedicarse a confeccionar ropa, haría todo lo posible por enseñarle”.

“Para perfeccionar realmente tus habilidades, debes pensar: esta es mi línea de trabajo, esto es lo que quiero hacer”.

Actualmente, Kim Jong-gu solo trabaja por encargo para diseñadores de moda que requieren prototipos de sus últimas creaciones. El ágil y preciso movimiento de sus manos da vida a las ideas de los diseñadores.

Cambio de rumbo

Kim nació en 1962 en Goheung, provincia de Jeolla del Sur, como sexto hijo de una familia rural de cuatro hijos y cuatro hijas. La familia se mudó a Seúl y cuando Kim llegó a la edad de ir a la escuela secundaria, su padre le consiguió un puesto de aprendiz en una sastrería. En la tienda Kim recibía alojamiento y comida, pero no salario.

Aquellos fueron los años de vertiginosa industrialización, que a menudo obligaron a Kim a trabajar hasta la medianoche o incluso durante la noche, antes de ir a la escuela por la mañana. Recordando el consejo de su padre, quien le dijo que aprender un oficio sería la única forma de vivir bien, resistió a los constantes impulsos de dejarlo.

Kim no asistió a una escuela ordinaria oficial. Para ser reconocido como graduado de la escuela secundaria, tuvo que aprobar un examen nacional, pero reprobó dos veces, pues tan ingentes demandas laborales consumían la mayor parte de su tiempo de estudio. Afortunadamente, encontrar un trabajo le fue mucho más fácil. Se embarcó en una sastrería de “series de temporada”, donde pudo perfeccionar sus habilidades. Pero en la década de 1980, la industria de la confección, que había ayudado a impulsar el rápido crecimiento económico de Corea, cambió de rumbo.

“A medida que la confección industrial se hizo más común, los trajes a medida perdieron popularidad. Había trabajado muy duro para obtener mis habilidades como sastre, pero no había trabajo. No tuve más remedio que conseguir un trabajo con un fabricante prêt-à-porter”, comenta.

En el transcurso de más de una década trabajando para esa compañía, se enamoró y se casó con una de sus compañeras de trabajo. Su esposa aún trabaja en la empresa donde se conocieron hace tantos años.

Posteriormente, Kim dirigió su propia fábrica de ropa de mujer y se asoció con un ex jefe. Pero con la crisis financiera asiática de 1997 entraron en quiebra y tuvieron que cerrar. Más tarde lanzaron una marca juntos, y hasta abrieron casi 50 tiendas en todo el país. Finalmente, el aumento de los costes laborales les obligó a trasladar el negocio a China, donde Kim dirigía las operaciones de fabricación. Después de siete años en Weihai, provincia de Shandong, los costes laborales nuevamente se convirtieron en un espinoso problema.

“Teníamos unos 180 empleados y, obviamente, esperaban que sus salarios aumentaran a medida que aumentara su experiencia. Finalmente fueron a la huelga exigiendo un mejor sueldo, pero nuestro jefe en Corea no les dio un aumento y simplemente no pude aceptarlo. Al final, dejé la compañía”.

Kim había estado tres años estudiando chino después del trabajo en la Universidad de Shandong, por lo que pudo mudarse a Dandong tras dejar su empresa. Allí trabajó con un grupo étnico chino de Corea del Norte, suministrando ropa hecha en Pyongyang a Corea del Sur. Pero incluso ese trabajo terminó abruptamente cuando las tensiones políticas intercoreanas comenzaron a afectar a las relaciones económicas. Kim no tuvo más remedio que volver a Corea del Sur y trabajar en otra empresa de ropa para mujer, donde estuvo cinco años.

Autónomo feliz

Ahora, como profesional independiente, Kim disfruta de la libertad de aceptar o rechazar encargos, pues sabe que trabajo no le va a faltar. “En mi oficio no hay edad de jubilación, por lo que puedo seguir todo el tiempo que quiera. Conozco a otros fabricantes de ropa de entre 70 y 80 años que todavía crecen”.

En su tiempo libre, Kim se dedica a leer. Ha leído las enseñanzas de Confucio y de Lao Tzé, y también libros sobre historia y economía, pero sus favoritos son Cómo dejar de preocuparse y comenzar a vivir de Dale Carnegie y Romance de los tres reinos de Luo Guanzhong, que ha leído más de 10 veces. Un viejo adagio dice que no deberías hacerte amigo de alguien que no haya leído Romance de los Tres Reinos, que no deberías discutir con nadie que lo haya leído más de tres veces, y no deberías ni acercarte a quien lo haya leído más de 10 veces. Pero Kim dice que las relaciones entre los distintos tipos de personas, y las estrategias y tácticas para ganar una batalla como presenta el libro, nunca pierden interés.

Cuando comenzó a aprender confección de adolescente Kim no tenía ningún sueño para su futuro… pero ahora sí.

“Me gustaría reducir el nivel de trabajo, ir de vacaciones con mi familia, leer libros y aprender cosas nuevas. Cuando vivía en China, viajaba por todas partes, visité lugares como el Monte Tai y el Monte Paektu, pero aún quedan muchos lugares que me encantaría ver”.

Kim Heung-sookPoeta
Ha Ji-kwonFotógrafo

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